De pronto nos vemos unos a otros en todo el país, al instante, sorprendidos por lo que el viernes pasado ocurría en Guadalajara, el corazón de México, uno de los orgullos de nuestra nacionalidad. Ahí integrantes del Cártel Jalisco-Nueva Generación decidieron venganza y retar con hechos graves al gobierno de Enrique Peña Nieto, al estatal de Aristóteles Sandoval; al Ejército mexicano y a los sistemas de seguridad nacional: a todos.

 

‘Ustedes nos encaminaron; ustedes nos utilizan; ustedes nos quieren aniquilar y detienen o matan a nuestros cabecillas: aquí estamos y estaremos, a pesar de ustedes’, parece decir el mensaje mientras en sus actos criminales y en sus miradas destilaban odio… ¿Odio a qué? ¿Por qué?

 

Jalisco

 

Mensaje violento el que envió esos días un Cártel que surgió no hace mucho de las catacumbas del crimen organizado; que se ha construido con la estela y sobrantes que han dejado tanto Zetas como Caballeros Templarios; que crece como la espuma en la región y cuya actividad es la de comercializar metanfetaminas para el mercado más consolidado: Estados Unidos, y con ligas de tráfico en Europa, África y Medio Oriente.

 

[Todos sabemos que el origen de estas guerras está en el consumo de narcóticos en tierra estadounidense. Millones de sus tax payers, jóvenes y ciudadanos de voto y decisión, consumen a puños su felicidad momentánea, aunque cueste la vida a miles fuera de su país y cause estragos en la estabilidad social y en la vida de muchos que ni por asomo tienen vela en ese entierro.]

 

Esos días, Jalisco –Colima, Michoacán, Guanajuato- vivió en sus propias carnes el resumen de nuestros fracasos: Las complicidades de gente de gobierno; las complicidades de empresarios; las complicidades de ‘gente decente’ que lanza la piedra y esconde la mano; como también el resumen de las mentiras democráticas, el crecimiento económico sin fundamento, la ausencia de soluciones de gobierno al problema social para la población nacional de un país con injusticias de pies a cabeza; abusos, corrupción, desigualdades, quebrantos y estupideces sin fin.

 

Tan sólo el viernes pasado hubo 39 bloqueos en las vías de acceso más transitadas de Guadalajara; quema de autos y autobuses para bloquear avenidas; quema de gasolinerías, tiendas, bancos: siete muertos, 19 heridos, 10 detenidos, derribo de un helicóptero con 18 tripulantes, tres de ellos desaparecidos; caos y terror en gran parte de la población: el infierno sin control… como al día siguiente dentro y fuera de Jalisco…

 

El gobierno sabía que podría ocurrir una ofensiva. Se presagiaba desde que el mismo Cártel quiso vengar la muerte de Heriberto Acevedo, El Gringo, ocurrida el 12 de marzo pasado a manos de la Fuerza Única en Jalisco. El desquite vino el 6 de noviembre cuando un convoy de vehículos blindados con agentes fue atacado en la carretera entre Puerto Vallarta y Guadalajara: quince policías murieron y hubo muchos heridos.

Apenas el gobernador del estado anunció la detención de 10 personas presuntamente involucradas en aquella emboscada atribuida al Cartel Jalisco-Nueva Generación; ese día primero de mayo el presidente Peña Nieto anunció que en Jalisco se enfrentaban a delincuentes de alta peligrosidad mientras que el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Rubido anunció la Operación Jalisco, de seguridad y vigilancia ahí…

 

Así que el grupo que comanda Rubén Oseguera Cervantes –El Mencho– decidió mostrar el músculo y lanzar el reto. Un músculo que ahora se extiende a estados como Colima, Michoacán, Veracruz, Quintana Roo, Tabasco, Nayarit, Guanajuato, Estado de México…

 

El panorama no puede ser más grave, de muy alto riesgo y de grave responsabilidad para el gobierno de Enrique Peña Nieto y para los gobiernos de los estados y municipios del país. La solución debe encontrarse en términos de seguridad nacional y corre por dos caminos: el de la ley como el de la política. ¿O es uno mismo?

 

El de la ley porque es indiscutible que la fuerza del Estado de Derecho debe estar a disposición de la seguridad de los ciudadanos mexicanos en su integridad física y patrimonial; en la preservación de su vida y en la garantía de que todos queremos vivir en la armonía que da el trabajo y la sana convivencia. Quienes cometan delitos deberán ser puestos a disposición de la autoridad para determinar inocencia o culpabilidad, sin negociaciones, ni corruptelas.

 

Pero también corre por el túnel de la política porque el problema es, asimismo, político en tanto que políticos, funcionarios públicos o legisladores están coludidos con estos cárteles del crimen y el narcotráfico; porque también hay empresarios que conocen y se coluden con estos grupos de crimen y castigo y porque muchos y muchas mexicanas están dispuestos a la confrontación con el gobierno a costa de lo que sea, a la manera de Fausto y Mefistófeles, sin acumular fuerza democrática para el cambio que ya urge en el país.

 

Hoy en México todos estamos preocupados por todo. Pero a nuestras congojas y reclamos se suma cada vez más la del peligro y la violencia incontrolables para el gobierno del presidente Peña Nieto quien prometió solucionar el problema de la violencia, del crimen organizado y de la delincuencia criminal: No lo ha conseguido. Y no queremos pensar que –y aquí el ritornelo-, estábamos mejor, cuando estábamos peor.