Los dos viajes del muralista mexicano Diego Rivera (1886-1957) a la hoy extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) “transformaron su mirada en torno al arte” al mostrarle “una sociedad que vio en estado de perfección” y “reconstrucción”, dijo a Efe la investigadora María Estela Duarte.

 

Esta experiencia “cierra el triángulo de investigación del pintor” que contempla en una de sus aristas “el nacionalismo mexicano en sus múltiples vertientes como en el arte prehispánico”, en otra a “Diego Rivera en Estados Unidos” y finalmente en la URSS, expuso a su vez el director del museo Mural Diego Rivera, Luis Rius Caso.

 

Ese recinto y el museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo mostrarán por primera vez una revisión exhaustiva de los dos viajes que el muralista guanajuatense realizó a la Unión Soviética, que podrá ser visitada del 30 de noviembre de 2017 al 8 de abril de 2018.

 

“El viaje de Diego Rivera a Moscú en 1927-1928 fue esencial en lo relativo a la conceptualización de su obra, que comenzó a incluir soldados soviéticos y obreros como protagonistas” en sus murales, aseguró Duarte.

 

Una exhaustiva investigación de cuatro años sobre esta influencia decisiva sobre Rivera surge a partir de los documentos obtenidos sobre su primera estancia en Moscú en 1927, cuando fue invitado por el Partido Comunista Mexicano para celebrar el décimo aniversario de la Revolución Rusa (1917).

 

“Fuimos armando piezas a partir de la correspondencia, pero quedan líneas de investigación abiertas sobre estas experiencias que influyeron en su estética”, reafirmó la investigadora.

 

Así como Rivera adoptó en México influencias rusas que plasmó en su estética y en su discurso político, el curador Mariano Meza afirmó que allá buscó “introducir el muralismo con conferencias y clases que impartía en la Academia de Bellas Artes”.

 

El máximo exponente de este movimiento artístico surgido a principios del siglo XX en México también optó por el teatro, la arquitectura y el avanzado constructivismo en Rusia, que retrató en su obra, al igual que a Josef Stalin, dibujo que se extravió pero que fue publicado en una revista presente en la exposición.

 

La segunda visita de Rivera a la URSS fue para recibir un reconocimiento por su trabajo, que ya mostraba repercusiones con “el ambiente y clima” de la Rusia “en reconstrucción” después de la Segunda Guerra Mundial, aseguró Meza.

 

Este segundo viaje de 1955, dos años antes de su muerte, se encontró resguardado en el archivo de su cuarta esposa Emma Hurtado, quien conservó el material de esta visita que el pintor aprovechó para ser tratado del cáncer que padecía en el Hospital Botkin.

 

Duarte mencionó que esta muestra “es una serie que puede verse como un diario de viaje donde registró paisajes, personas, el clima y sus cambios de ánimo reflejados en su obra”.

 

Indicó que en este último viaje se mira la destrucción en dibujos de escenarios desolados con ruinas por todas partes donde aparece el Sol como base central de sus composiciones, “una representación de la idea de esperanza, de un renacer en el que Diego creía”.

 

Un ejemplo lo constituye “Los niños del nuevo mundo”, donde retrata a la infancia rusa como el ideal del “nuevo hombre” creciendo en una sociedad avanzada capaz de llevar a la humanidad por un nuevo rumbo.

 

De acuerdo con Duarte y Meza, falta por rastrearse un 30 % de obra e información, parte de la cual se encuentra en recintos extranjeros como los archivos de la Academia Rusa de Bellas Artes, los del Ejército Rojo y los de Mayakovski.

 

Alrededor 290 piezas, entre manuscritos, dibujos, óleos, acuarelas, fotografías, carteles y material complementario de 28 coleccionistas serán expuestas en los dos recintos del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

 

En ambos habrá documentos de sus viajes a la URSS que “abrieron líneas de investigación” y arrojaron “nueva información” sobre el artista durante este periodo en que conoció a León Trotski, Natalia Goncharova, Vladimir Mayakovski y Seguei Eisenstein.

 

ERM