Estaba el gobernador Eruviel Ávila buscando el significado de “atípico” y “temporal”, cuando el presidente Enrique Peña Nieto decidió que el Ejército Mexicano, la Marina, la PGR, el CISEN y otras instituciones se hicieran cargo de la seguridad en el Estado de México, lo que oficialmente anunció el lunes el secretario de Gobernación, quien precisó que no va a ser por un ratito el encargo, sino que durará todo el sexenio.

 

Dicen los malosos del “nuevo PRI”, que finalmente el primer mandatario confirmó la ineptitud e ineficacia del gobernador del Estado de México en el delicado asunto de la seguridad. ¿Nada más en ese? Preguntan los habitantes de Cuautitlán, Ecatepec, Chalco, Chimalhuacán, “Neza York”, Los Reyes, Ixtapaluca y zonas circunvecinas, quienes ya estaban hartos de los discursos del gobernador, quien todavía les dijo –unos días antes de que intervinieran las fuerzas federales- lo siguiente: “Yo les pido su confianza, su comprensión y verán que pronto tendremos muy buenas noticias en esta materia; estamos desmembrando bandas de secuestradores y de extorsionadores… no nos hemos cruzado de brazos, al contrario, hay que redoblar el esfuerzo”.

 

Un observador recuerda que hace algunos años, no demasiados, cuando el país estaba en las garras… perdón, en las manos del viejo PRI -el del siglo XX-, si un gobernador no podía con el paquete, el presidente de la República giraba sus apreciables instrucciones a los senadores para que hicieran ipso facto la declaratoria de desaparición de poderes en el estado de la Federación que se hubiese vuelto ingobernable, y a otra cosa, mariposa. En la actualidad, cuando el gobierno federal está nuevamente encabezado por un priista -del nuevo PRI, el del siglo XXI-, es impensable que el Jefe del Ejecutivo dé órdenes al Senado plural y democrático y, en consecuencia, es también imposible la desaparición de poderes en cualquier entidad, aunque esté gobernada por algún inepto.

 

Lo nuevo, lo de hoy, es que el supremo gobierno –léase, el señor presidente- designe a un comisionado que sustituya al gobernador que esté haciendo bolas el engrudo, o envíe a las fuerzas armadas federales para que pongan orden donde el gobierno local ya no sabe ni para dónde correr.

 

Michoacán, primero, y ahora el Estado de México, son las entidades donde no existe declaratoria de desaparición de poderes -¡por supuesto que no!-, pero el gobierno federal ha tomado las riendas como no queriendo la cosa al grito de: “¡Háganse a un lado gobernadores ineptos, que ya llegó por quien lloraban!”

 

El mismo observador, quien casualmente andaba por la zona de Cuautitlán, le dedicó la siguiente frase de despedida a Eruviel, antes de que llegaran las fuerzas armadas a la entidad, claro: Mire “gober”, la muerte es atípica -porque lo típico es la vida- y temporal -porque nomás se nos aparece una vez-, pero a nadie se le ocurriría decir eso para justificar el mal gobierno que ya carga en su cuenta con centenas de cadáveres. Y no contento con eso, recordó una frase del poeta popular: “Un chivo pegó un reparo y en el aire se detuvo; hay chivos que…”

 

Finalmente, dos reflexiones sobre este penoso asunto de la inseguridad en el Estado de México. Una de buena fe y otra de malosos.

 

La primera: Michoacán fue el dolor de cabeza, la espina clavada en el hígado, la prueba no superada del michoacano Felipe Calderón, que como presidente de la República encontró su Waterloo en su propia tierra natal.

 

Hoy, el Estado de México es una negra pesadilla, un pozo de violencia sin fondo y una prueba difícil de superar para el mexiquense Enrique Peña Nieto, que como presidente de la República lo último que desearía es que su tierra natal se convirtiera en el lunar de su sexenio que apenas comienza.

 

¿Nadie es profeta en su tierra? Calderón no lo fue en Michoacán. Esperemos que Peña Nieto corra con mejor suerte en el cuasi desgobernado Estado de México.

 

La de los malosos del mismo PRI: ¡Hubiéramos estado mejor con Alfredito del Mazo!

 

El “hubiera” no existe, no existe, no existe