Hace dos semanas, un mes o tres, hubiéramos firmado cuatro puntos en el inicio del Hexagonal con dos visitas de por medio, y más aún cuando una de esas escalas era en Columbus, Ohio. De tal forma que el balance numérico de este inicio es extremadamente positivo, más si nos recargamos en la historia reciente.

 

¿Acaso no son los resultados los que determinan el éxito de los proyectos? ¿No son los números los que ponen y quitan entrenadores? ¿No fue por eso que México rescató de último momento su boleto al Mundial anterior? ¿No son esos mismos resultados los que han hecho que México califique de manera milagrosa en los Hexagonales más recientes? ¿Dónde quedaron aquellos viejos conceptos de “ganar como sea”? Y ahora que se consigue, las críticas no cesan.

 

No solicito defensa para Juan Carlos Osorio, sino herramientas que nos ayuden a acercarnos un poquito más a la congruencia, y para ello resulta indispensable encontrar matices y elevar la crítica al nivel debido.

 

Tampoco se trata de defender a ultranza lo que sucedió en los 180 minutos, porque francamente de ese total nos podemos quedar, máximo, con 40 de buen rendimiento. Podemos y debemos cuestionar tantos cambios en el equipo titular. Las mentadas rotaciones, pues. Ante Panamá se jugó mal. Un equipo sin ideas ni alternativas, un planteamiento inicial que predisponía a jugar mayormente por el centro.

 

Un sistema que anula las cualidades de Raúl Jiménez al tirarlo por un costado, por ejemplo. La repetición de Diego Reyes, quien mostró demasiadas debilidades desde el juego ante Estados Unidos, es otro de los justificados cuestionamientos. Y si la cancha era terrible, entonces el juego aéreo lucía como posibilidad, misma que no fue utilizada.

 

En estricto sentido, México no aprovechó que tiene, por mucho, un mejor plantel que Panamá, y si somos justos, los rojos pudieron haber salido con mejor balance en un encuentro que refleja fielmente el paupérrimo nivel de la Concacaf: un verdadero suplicio.

 

La crítica por sistema, y en algunos casos, provocada y pagada, no lleva a ninguna parte, así como tampoco tratar de justificar el nivel de juego con el balance numérico, ya que son dos cosas que se analizan por separado.

 

Muchas cosas por mejorar, pero al menos hay una perspectiva mucho más clara de la que pudimos haber imaginado hace tiempo.

 

Osorio, el pavo, llegó a Navidad sin mayor problema. Algunos comensales seguirán hambrientos. Su permanencia tiene sobradas justificaciones. Cuatro, al menos.