El Presidente mexicano “ha sorprendido con una batería de reformas que tocan el nervio económico y político del país. Comenzó con la del sistema educativo, secuestrado por la vieja casta sindical. Y siguió por la de las telecomunicaciones, torpedeada hasta ahora por los grandes magnates de la telefonía y la televisión.

 

No son medidas improvisadas. Han exigido previamente un cuidadoso trabajo político que ha fructificado en dos pasos históricos: una alianza nacional de los principales partidos -el Pacto por México- y el cambio de los estatutos del propio PRI, que ha liquidado sus esencias estatistas al extirpar, por ejemplo, el veto a la inversión privada en la petrolera pública Pemex.

 

Las reformas atentan contra intereses sindicales o corporativos creados o captados en su día por el PRI para mantenerse en el poder, en una red de clientelismo, burocracia y corrupción que ha lastrado el desarrollo de México. Quizás por eso sólo este partido podía acometer la voladura controlada de esta estructura de poderes paralelos, con pericia política, pero también con mano de hierro, como muestra la detención de Elba Esther Gordillo, la intocable líder del gremio de la enseñanza.

 

México tiene todo que ganar. Los mexicanos ya han visto antes defraudadas sus expectativas de cambio. El país merece, más que nunca, dirigentes políticos, empresariales y sociales a la altura de su potencial”.

 

Los textos anteriores son trozos del editorial que ayer publicó el diario El País de España sobre México y que se intitula: “México gana”.

 

Posiciones optimistas como éstas sobre el futuro económico inmediato de México se han multiplicado en prácticamente todos los diarios de mayor influencia en el mundo occidental.

 

México ha regresado a los textos editoriales de la prensa internacional no por los actos de violencia, como ocurría hace muy poco tiempo atrás, sino por un futuro económico prometedor a partir de un eficaz ejercicio político y de gobierno. Y esa es una buena noticia, más allá de los colores partidistas y de las ideologías.

 

Es entendible que los capitales en Madrid, en Londres o en Nueva York suspiren por un “milagro mexicano” una vez que se ha desinflado el “milagro brasileño” y el fenómeno de la industrialización china sigue generando desconfianzas en el mundo. El tamaño de la economía mexicana, su apertura y sus reformas legales prometidas, son buenos recipientes para los capitales que buscan tasas de retorno atractivas.

 

Lo cierto es que -sacudiéndose la fiesta que se ha armado alrededor de México en el mundo- aún es muy temprano para confirmar que efectivamente éste es el momento de México.

 

La ya histórica baja productividad de la economía -a la que se refirió ayer el secretario Videgaray y que no es otra cosa más que el grado de eficiencia de nuestra economía para producir bienes y servicios- debe acelerar su ritmo de crecimiento en los próximos años y será ésta la medida del éxito mexicano.

 

Las reformas planteadas, sin duda serán palancas para esta mejora. Pero será la educación, la capacitación y la innovación -las tres- el factor crucial que le dará sustentabilidad a esta tendencia.

 

Entonces, hablaremos del momento de México.

 

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