Extraña sensación: ganar la copa local en la misma temporada en que se conquistó la liga o incluso la Champions, viste muchísimo, todo un doblete; ganar sólo eso y nada más, es demasiado poco para los grandes equipos del mundo.

 

A eso se enfrentan este sábado el Barcelona en la Copa del Rey y el Arsenal en la FA Cup. ¿Salvarán sus respectivas temporadas alzando ese título? La realidad es que no, mas perder esa final convertiría la última campaña en un año horrible, sin nada que rescatar.

 

En el caso barcelonista, parte como clarísimo favorito ante el Deportivo Alavés, cotejo que además servirá como despedida de Luis Enrique; personaje al que siempre se criticó en las malas y al que nada se agradeció en las buenas (que fueron muchísimas: ocho títulos en sus primeras dos campañas), finalmente ha optado por marcharse y tiende a ser apreciado cuando ya no esté.

 

En lo que respecta al Arsenal, todo es más complicado. Como ni siquiera experimentó el atribulado Luis Enrique, Arsene Wenger vive bajo un criticismo atroz. Parece extraño que el mismo individuo del que hay hasta dos estatuas en el Emirates Stadium, sea objeto de tanto repudio en las gradas de ese escenario. El mensaje suele ser de gratitud por el pasado y exasperación por el presente. Por ello, aunque suene absurdo, numerosos aficionados del Arsenal prefieren perder esa final copera para que ya no existan argumentos de continuidad.

 

Wenger los ha dirigido desde hace más de dos décadas, en las que regaló instantes de inmortalidad, de futbol de autor, de genuina revolución no sólo del cuadro gunner sino de todo lo que rodea al futbol de las islas británicas. Su legado es tan indiscutible, como lamentables han sido sus últimas temporadas; para dimensionar, tiene sin imponerse en la Liga Premier desde 2004, ciclo de trece años que habría terminado con el despido de cualquiera de sus colegas al frente de un club grande; de forma similar, calificó ininterrumpidamente a la Champions League durante 18 años, pero en los últimos seis se quedó en octavos de final.

 

Barcelona y Arsenal juegan sus respectivas finales de este sábado, conscientes de que será mucho más lo que pierdan de no levantar el trofeo, que lo que ganen si se imponen. Del lado catalán el adiós ya está tan masticado que se da por hecho el nombre del sucesor, Ernesto Valverde; del londinense, el adiós podría depender del resultado, lo que devuelve a la frustrada masa social gunner a esa mueca de coraje: ¿basta una copa para aferrarse a un proceso que ya caducó? No, pero perderla sí es fundamento suficiente para terminar con ese mismo proceso y emprender la ansiada renovación.

 

Al margen de esas despedidas con copa, si el Barça va contra Alavés, el Arsenal tiene el inmenso reto de enfrentar al campeón de liga, Chelsea. Los blues, sí, saben que de salir victoriosos de Wembley podrán elevar este 2016-17 a uno de los sitios más importantes de su historia.

 

Y es que las copas en Europa valen en combo. Solas, apenas suenan.

 

Twitter/albertolati

 

aarl

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.