Había una vez, allá por el Siglo XIII, un general y político de nombre Grigori Alexandrovich Potemkin, quien cargó con la triste fama de haber engañado a la Zarina Catalina II, La Grande de Rusia, para que ella viera prosperidad y bienestar en una población de Crimea -gobernada por el militar- con casas nuevas, bien pintadas y adornadas, y con habitantes bien comidos y bien vestidos.

 

La triste realidad fue -dicen los malosos de aquella época- que Potemkin mandó a hacer una gigantesca escenografía de fachadas de cartón; además alquiló a cientos de familias de campesinos bien comidos a los que vistió “de domingo”, para que durante su visita a Crimea, la Emperatriz, quien dicho sea de paso, también era amante del vivaracho Gregorio, comprobara lo bien que gobernaba la península su amigo íntimo y leal súbdito.

 

Desde entonces se llama “Pueblo Potemkin” a las representaciones cuasi-teatrales que arman los políticos para ocultar la triste realidad y engañar a sus jefes con prosperidades de cartón, apuntan los historiadores políticos. Lo que hizo el secretario de Comunicaciones y Transportes al abrir el proceso de licitación para que se construya el tren rápido México-Querétaro-México, fue peor que lo hecho por el difunto Potemkin, porque el ruso se tomó el trabajo de montar una bonita escenografía para apantallar a su soberana, mientras que Gerardo Ruiz Esparza tuvo a bien tratar de sorprender perplejos con un “tren de saliva”.

 

El viernes pasado firmó, nada más firmó, con el gobernador de Querétaro, las bases de licitación para el “tren más rápido del oeste”, perdón, para el llamado tren bala; anunció que se invertirán 40 mil millones de pesos, que se crearán 60 mil empleos, que se mejorará la productividad y la calidad de vida de los habitantes de la ciudad de México y Querétaro porque se reducirá considerablemente el tiempo del trayecto entre ambas ciudades.

 

Que el tren saldrá cada 60 minutos en horario normal y cada 20 minutos en horas pico; que correrá a 300 kilómetros por hora y otros tantos “tacos de lengua más”, perdón, beneficios. El gobernador de Querétaro, José Calzada Rovirosa, le siguió el juego al secretario y dijoque el tren transportará diariamente 23 mil personas; dijo que el proyecto “cuyo alcance es el inicio de un sistema nacional de trenes y una máquina de progreso, cuyo único propósito es que a México le vaya bien, que a todos los ciudadanos y a todos los queretanos les vaya bien… el progreso de las naciones está en los gobernantes y en la sociedad. Por ello, el tren México-Querétaro es un proyecto altamente cuidado y de la ciudadanía para que el progreso traiga desarrollo y éste, calidad de vida en beneficio de la colectividad…” dijo Calzada.

 

Y que gracias al “Potemkin de petatiux” se iniciará en México la “nueva era en la historia de los ferrocarriles”, acotan los malosos. ¿Pues qué consumieron el secretario y el gobernador? Preguntan los escépticos, quienes les sugieren que antes de prometer que vamos a tener un servicio de trenes cuasi como el de Europa, analicen lo que ha ocurrido con el tren suburbano que cubre la ruta México-Cuautitlán-México, mismo que fue inaugurado en 2008 por Felipe Calderón.

 

Por si no lo recuerda, ahí les va una reseñita: El suburbano, prometieron, transportaría 300 mil personas diariamente (más de 100 millones de personas-viaje al año). Mejoraría la calidad de vida de casi cinco millones de familias, daría empleo a miles de personas, reduciría el tiempo de traslado en media hora y muchos beneficios más. Sin embargo, a seis años de su operación no transporta ni la mitad de pasajeros y el servicio no es como “lo pintaron”. Además, parece que no es un buen negocio, a menos que el gobierno federal lo esté subsidiando, dicen los suspicaces.

 

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Lo que ocurre, explican los especialistas, es que como el presidente de la República prometió trenes de pasajeros, Ruiz Esparza quiere impresionarlo al puro estilo de “Potemkin”, aunque en este caso sería de “petatiux”, apuntan los malosos del Siglo XXI. El 1 de diciembre de 2012, el presidente Enrique Peña Nieto anunció 13 “decisiones” de gobierno que tomaría y resolvería en su sexenio.

 

La novena decisión devolvería al país la presencia de los trenes de pasajeros, que en mala hora desaparecieron. Bueno, la idea de los trenecitos en este sexenio tampoco era nueva; el señor licenciado Carlos Salinas de Gortari le pidió a su entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Andrés Caso Lombardo, que anunciara urbi et orbi que se construirían los “trenes radiales” en los cuatro puntos cardinales de la City, y nunca se convirtieron en realidad. Lo más que hicieron fue una réplica del “trenecito del chocolate exprés”, el del cuento de Cachirulo, comentamos en su oportunidad. Ahora bien, si el tren rápido México-Querétaro-México llega a convertirse en realidad importará muy poco, porque el titular de la SCT ya se encargó de regar el árbol de la esperanza con abundantes dosis de saliva.