La Fiscalía de la Comunidad de Madrid, en España, determinó que “tratar igual a desiguales puede resultar discriminatorio. En otras palabras: a veces para tratar igual hay que tratar diferente”. Lo anterior lo resolvió al recurso presentado por una aspirante a ingresar a las Fuerzas Armadas, a la que se le exigía un estatura mínima de 160 centímetros, la misma que a los hombres.

 

La referencia viene a propósito de la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017, la cual se presentó el 6 de agosto pasado que realizó el INEGI en coordinación con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), en sociedad con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

 

Los resultados de este ejercicio, primero en su tipo, son muy reveladores. Por ejemplo, nos dice el estudio que poco más de 60% de la población de 18 años y más está de acuerdo con que “la mayoría de las y los jóvenes son irresponsables”. El 44.7% estuvo de acuerdo en que “mientras más religiones se permitan en el país, habrá más conflictos sociales”. Y 24.5% considera que “las personas con discapacidad son de poca ayuda en el trabajo”.

La encuesta sobre la discriminación en el país, en todas sus vertientes, resalta los prejuicios y estereotipos que se presentan de manera cotidiana en nuestra sociedad. Se sienten, se viven y afectan los derechos de las personas. Lo que reflejan los resultados de la encuesta son las prácticas comunes de trato, que bajo ninguna condición o circunstancia se deben permitir.

 

Según el estudio, no hay espacio público o privado en que la discriminación no se presente, ni sector de la población que no se vea afectado. “Las personas de diversidad religiosa, las personas mayores, los adolescentes y jóvenes, y las mujeres declararon principalmente la calle o transporte público, el trabajo o la escuela y familia” son algunos resultados que se identifican.
La imagen en el espejo que nos arroja el estudio es alarmante. Otro ejemplo: “41.9% opinó que los pobres se esfuerzan poco por salir de la pobreza”. Como si salir de la pobreza fuera sólo un mero acto de voluntad, y no una marcada desigualdad y falta de oportunidades, ante la carencia de políticas públicas eficaces y eficientes.

 

Como atinadamente lo señala la presidenta del Conapred, “tiene que haber una reflexión nacional sobre la discriminación; si no se atiende, se convierte en desigualdad; si no se atiende, se convierte en erosión social y si no se atiende, se convierte en violencia”.