Todo fue una pantomima. Una obra de teatro o más bien una representación del teatro del absurdo. Ahora que han pasado los días, sigo teniendo en mi retina a ese hombre alto, altanero, con la arrogancia de saberse que es un dictador que todo lo puede.

Es Nicolás Maduro que el domingo volvió a cometer otro de sus muchos fraudes llevando a Venezuela al abismo.

Hubo cerca de 50% de abstencionismo, pero seguramente fue mucho mayor. Claro que decir que vas a ser Presidente cuando la mitad de la población no te ha votado, tiene que ser duro, pero no para Maduro, porque a él todo eso, y mucho más, le da igual.

¿Dónde quedó la oposición, pero la oposición real, López, Capriles? Están inhabilitados por el régimen del tirano y, por lo tanto, con la frustración real de no haber podido participar y cambiar el rumbo de la historia de Venezuela.

Y entonces, ¿qué hizo Maduro? Colocó un títere como si fuera su líder opuesto. Henri Falcón se presentó como el héroe de las causas pobres, como el defensor de los pobres, como el flagelo hacia Maduro.

Sin embargo, no podemos olvidar cuáles son sus orígenes. Falcón participó del frustrado golpe de Estado dirigido por Hugo Chávez a principios de los 90. La única diferencia entre ambos militares golpistas eran los galones. Uno fue teniente coronel y el otro, sargento.

Pero es más, bajo los mandatos de Chávez, Falcón fue gobernador del estado de Lara, uno de los más relevantes de Venezuela. Con un candidato así, Maduro tenía que ganar, mucho más cuando tenía al Consejo Nacional Electoral de Venezuela a su lado.

Pero, además, ningún país ni ningún organismo serio mandó observadores para rubricar la farsa. No hubo representantes de la ONU, tampoco de la OEA, ni de la Unión Europea ni de la Cumbre de Lima -formada por 14 naciones americanas-. El único que apareció por allí fue el ex Presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, pero porque va a todas las causas perdidas.

Y mientras hemos visto toda esta farsa de Maduro, la realidad en Venezuela es muy distinta.

En dicho país tienen una hiperinflación de 3,000% y, según el FMI, puede llegar en este 2018 a cerca de 10,000%.

En Venezuela, con un salario mínimo se puede comprar un kilo de queso. Por lo tanto, para hacer una comida en condiciones un día, hay que ahorrar durante todo un año.

En esta nación, en los últimos cuatro años se ha pasado de 40 a 80% de pobreza. De ese 80%, 60% representa una pobreza extrema.

Y así podría llenar páginas enteras sobre lo que está ocurriendo en nuestro país hermano, el cual se encuentra al borde del colapso.

Y todo esto con la anuencia de Cuba, que está infiltrada en los estamentos venezolanos y que le chupa todos los días la sangre a Venezuela a través del petróleo y, además, de manera gratuita.

¿Hasta dónde quiere llegar Maduro? Porque es verdad que parece no tener límites.