El lugar común catalogaría a El Extraño del Lago (L’Inconnu du Lac, Francia,2013) – tercer largometraje del cineasta francés Alain Guiraudie- como “una cinta de temática gay”, y en efecto, aunque el filme contiene varias de escenas de sexo explícito entre hombres, no es la preferencia sexual de sus personajes lo que mueve a esta película, aunque indudablemente su tratamiento tan libre, frontal y despreocupado sobre la homosexualidad masculina, la desmarca de toda etiqueta fácil.

 

Estamos más bien ante un thriller que, en la mejor tradición hitchcockiana, el testigo involuntario de un asesinato vivirá un pequeño infierno personal no sólo por las consecuencias de su voyerismo sino por el efecto que el asesino tiene sobre de él, concretamente sobre su deseo sexual.

 

Franck (Pierre Deladonchamps) es un afable joven homosexual que visita con cierta frecuencia un lago situado en algún lugar de la Francia rural. Este apacible y bello paraje no sólo funge como espacio de descanso sino que se ha convertido en playa nudista para hombres homosexuales donde las actividades no se restringen a nadar o tomar el sol: la grava a orilla del mar o el pasto a la sombra de algún árbol pueden ser espacio idóneo para que las parejas se entreguen a los placeres del sexo casual, todo ello a la vista incluso de quienes prefieran observar sin participar.

 

De aquel grupo de hombres, en su mayoría atléticos y siempre dispuestos al ligue, desencaja Henri (un muy natural Patrick D’Assumcao), hombre maduro, solitario y gordito, que llama la atención a Franck. Ambos hacen migas y así nos enteramos que Henri es recién separado y que al parecer no le gustan los hombres. Franck encuentra en Henri un confidente y así éste le confiesa su más reciente obsesión, Michel (Christophe Paou), otro de los regulares del lago, con buen cuerpo y bigotito a lo Tom Selleck.

 

Una noche Franck sin querer observa cómo es que Michel asesina a uno de sus ligues ahogándolo en el lago. El hecho si bien perturba a Franck, pareciera únicamente haber servido para incrementar su deseo por Michel, no importándole incluso que un detective ya ande haciendo preguntas en el lugar.

 

Con largas tomas sostenidas, algunos planos generales, sin recurrir a ningún tipo de musicalización de fondo, Guiraudi se toma su tiempo para establecer el tono -a veces ominoso, a veces francamente lento- de su película. Casi sin cortes, sin encuadres complicados y utilizando el ruido ambiental (el sonido del agua, el viento entre los árboles o incluso el pasar de aviones y helicópteros) como elemento para generar tensión.

 

La cámara de Claire Mathon (una mujer en este universo de hombres) no tiene pudor alguno en retratar la sexualidad homosexual, aunque cuenta con la suficiente imaginación como para ir de lo más explícito (desnudos frontales, felaciones en primer cuadro, eyaculaciones que no se sugieren ni se eliminan con algún pudoroso corte) hasta sugerencias más sutiles (la sombra de un par de hombres teniendo sexo) aunque no por ello menos enfáticas.

 

Y sin embargo no podemos decir que estemos en el terreno del porno, tampoco del cine “gay” (usualmente militante); lo que resulta diferente es esa visión tan relajada, libre, desinhibida del sexo, que exalta el placer sin insinuar nunca amor pero tampoco anotar perversión alguna. No hay condena moral: el sexo es sexo y nada más.

 

Y en efecto, más allá de ello no hay nada, porque quien espere un thriller acezante terminará decepcionado ante una trama bastante predecible aunque, ni como negarlo, filmada con una libertad y desparpajo que pocas veces se ve en el cine.

 

El Extraño del Lago (Dir. Alain Guiraudie)

3 de 5 estrellas.