Todo parece indicar que Rusia ha comenzado a replegar su estrategia en Ucrania. Dos son las pruebas que ha aportado el presidente Vladimir Putin durante las últimas 72 horas: por una parte lanzó la iniciativa de enviar ayuda humanitaria a Lugansk, y como segunda prueba, ayer reveló que degradará el contenido de su castigo dirigido a los países que a su vez han tomado represalias económicas y comerciales a raíz de la anexión de Crimea, la desestabilización en el este de Ucrania y el ataque al avión de Malasya Airlines.

 

No hay que descartar que en la decisión de Putin subyaga la estrategia del presidente ucranio, Petró Poroshenko, en Donetsk y Lugansk; desde la semana pasada comenzó a despegar la táctica de atemorizar a los residentes de la región al pedirles que desalojaran el terreno debido a un inminente ataque en contra de los prorrusos. En efecto, durante las últimas 72 horas han muerto en Donetsk 74 civiles y 116 personas han resultado heridas. Conforme pasan las horas Donetsk se convierte en una ciudad fantasma, de los 420 mil habitantes sólo permanecen en ella 50%.

 

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Poroshenko ya no escucha a Putin; de ahí que Berlín haya mostrado su desacuerdo con el presidente de Ucrania el pasado miércoles. Angela Merkel insistió en la necesidad de mantener puentes de diálogo con el presidente ruso: “me esfuerzo por no dejar que se rompa el hielo de las conversaciones con el presidente ruso, a pesar de las sanciones” (palabras retomadas por la Agencia EFE del periódico Sächsischen Zeitung). Sin embargo, y al parecer, Poroshenko, con la anuencia de Washington, ya tomó la decisión de recuperar Donetsk y Lugansk revertiendo la intención de los prorrusos: de soñar con lograr una eventual independencia pasarían a ser desalojados políticamente de la región.

 

Es probable que el día de hoy Poroshenko apruebe un nuevo paquete de sanciones en contra de Moscú. Ayer lo hizo la Rada Suprema (Parlamento); entre las principales destaca la posibilidad de prohibir  el tránsito de hidrocarburos que Moscú exporta a Europa.

 

¿Qué hará Putin en las próximas 72 horas? ¿Hasta dónde dejará crecer a Poroshenko? ¿La Unión Europea les solicitará a Poroshenko y la Rada Suprema que reformulen la Constitución para transferir más autonomía a Donetsk y Lugansk?

 

El suceso del pasado 17 de julio trastocó la hoja de ruta de Putin. Fueron los prorrusos que, por error, lanzaron un misil a un avión de Malaysia Airlines. El disparate que sólo pudo crecer a través de las redes sociales, de que rebeldes ucranios apuntaron al supuesto avión ruso que trasladaba a Putin de Rio de Janeiro a Moscú y que en realidad se trató del avión comercial, fue eso, un disparate mediático. Sólo a los incrédulos les puede pasar por la cabeza la imagen del avión presidencial de Putin volando sobre terreno bélico, precisamente, en el que Rusia juega un papel importante.

 

Lo conveniente será que Merkel convenza a Obama de que escuche a Putin. La bandera blanca que lleva en la mano el presidente ruso tendría que tomarse en cuenta para decirle a Poroshenko que forme un gobierno multiétnico. De lograrlo, estaríamos viendo el desenlace final del conflicto en Ucrania.

 

Estrategia similar es la que Obama se encuentra operando en Irak, provocando la salida de Al Malaki como primer ministro por no tener la disposición de conformar un gobierno multiétnico. Es impensable marginar a los sunitas y a los kurdos del gobierno iraquí. Precisamente, la función del chiita Al Abadi será la conformación de un gobierno plural. Claro, siempre y cuando los kurdos se resistan a organizar un referéndum secesionista ya que, al parecer, están hartos de los tics autócratas de los políticos de Bagdad. El ascenso criminal del Estado Islámico de Irak y del Levante ha catalizado sus intenciones separatistas.

 

Atender el significado de la bandera blanca de Putin evitaría el trasvase del conflicto a espacios económicos. Las sanciones que han aparecido, en los dos bandos, después del ataque al avión Malaysia Airlines, no obedecen a tácticas de disuasión, como sí lo fueron las primeras que aparecieron a consecuencia de la anexión de Crimea, apuntan a generar una sangría en la economía de Rusia, los 28 de la Unión Europea y Estados Unidos. Lo sabe Hollande, quien no soportaría que una rebanada más del PIB francés se la quitara el conflicto con Rusia; lo sabe Merkel, la principal socia comercial con Putin, y la única mandataria europea que mantiene línea directa con Moscú.

 

El primer paso lo está dando Putin: se repliega. Ahora tendrá que venir un gesto de Obama a través de Poroshenko. ¿Bandera roja o blanca?