El pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación puso en su lugar a la 4T en esa intentona experimental de violar el principio básico de la democracia mexicana de la no reelección.

Pretendían usar al ministro presidente de la propia corte, Arturo Zaldívar, como el conejillo de indias para intentar, a través de un artículo transitorio en una ley secundaria lograr su ampliación del mandato como el preámbulo para tratar de conseguir eventualmente lo mismo con el Presidente de la República.

Para la feligresía de la 4T fue un acto espontáneo presentado por un senador x que buscaba reconocer al ministro Zaldívar como el único capaz de llevar a cabo la transformación del poder judicial. Claro, esa sería la misma línea discursiva para presentar a López Obrador como el único capaz de llevar a buen puerto lo que llaman su cuarta transformación. Pero fracasaron rotundamente.

Ese es, ahora sí, un caso cerrado y no habría manera democrática e institucional de que Andrés Manuel López Obrador lograra extender su estancia en la presidencia de la república. Eso es algo que hay que festejar.

Pero de ahí a que haya un gran movimiento nacional que busque sacar a López Obrador de la presidencia, hay una gran distancia. Las cinco casas de campaña vacías en el Zócalo de la Ciudad de México que mostraron el fracaso de FRENAAA (ese movimiento anti-AMLO) son la evidencia de que aun sus peores detractores creen en la democracia.

La Constitución marca que Andrés Manuel López Obrador termina su Gobierno el 30 de septiembre de 2024 y la Suprema Corte ya se encargó de cerrar la puerta a una fecha posterior a esa, y no hay ningún movimiento importante y numeroso que quiera la revocación del mandato del actual Presidente.

La popularidad del titular del ejecutivo excede, por mucho, cualquier evaluación de su desempeño y de los resultados de su administración, por lo que no tiene ningún sentido solicitar a los electores poner a consulta su renuncia a través de un ejercicio de revocación de mandato.

Hasta antes de la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación de 2022 esa consulta constitucional, mal llamada de revocación, de mandato parecía un inevitable gasto de recursos para que resultara en lo que todos sabemos: López Obrador goza de una popularidad y capacidad de movilización únicas.

Pero algo cambió en los cálculos del régimen que decidieron boicotear el ejercicio. Quizá por lo obvio del resultado y lo oneroso de su organización.

Así que ahora la estrategia es nulificar al Instituto Nacional Electoral por la vía presupuestal para que le resulte imposible la organización de la consulta y entonces puedan recurrir a lo que mejor sabe hacer este movimiento, la victimización.

Esa parece ser la misma suerte que sufrirá la contrarreforma energética. Como podría no aprobarse tal aberración, usarán el tema como bandera política-electoral.

Pero el ejercicio de revocación de mandato es, en este momento, una consulta sin sentido. Porque está claro que hoy las mayorías no quieren que el Presidente se quede más tiempo del que marca su sexenio, pero tampoco son tantos los que quieren que el Presidente se vaya antes del tiempo que marca la Constitución.

@campossuarez