El país de la prudencia coquetea con el opuesto.

La máxima autoridad del Gobierno japonés para Tokio 2020, la ministra olímpica Seiko Hashimoto, aseveró que los Juegos se realizarán en julio del próximo año a cualquier costo e incluso sin que se aprueba una vacuna.

Declaraciones sorprendentes, toda vez que se ha insistido lo que parece tan evidente: que no hay manera de juntar a deportistas de 200 países (ya no decir a miles de aficionados de todo rincón del planeta) si no existe la ansiada vacuna.

Tokio no sólo ha gastado muchísimo más dinero del que tenía previsto para albergar este evento (en origen calculó algo más de 7 mil millones de dólares; hoy se duda poder bajar los gastos de 28 mil millones), sino que además ha debido añadir mucho más fondos debido a la posposición. Cifra adicional que va de los 2 mil hasta los 6 mil millones de dólares: gastos operativos; sueldos por otro año de personal que terminaría contrato en septiembre tras los Paralímpicos; mantenimiento de los estadios que deberán lucir como nuevos en diez meses, pese a haber sido concluidos tanto tiempo antes; programas sanitarios muy complejos; negociaciones para no perder instalaciones que ya estaban comprometidas para sus nuevos dueños, como los apartamentos de la Villa Olímpica.

Puede decirse que nunca hubo Olímpicos más difíciles de ser organizados. Ni siquiera los llamados Juegos de la austeridad, aquellos de Londres 1948, con Europa aún en ruinas: atletas durmiendo en barracones militares, una población todavía con comida racionada, instalaciones construidas por prisioneros de guerra.

Meses atrás se insistía desde el COI en que Tokio 2020 sólo será con aficionados en las gradas. De ser inviable la presencia de espectadores se cancelarían en definitiva. La frase de “a cualquier costo” por parte de Hashimoto me lleva a pensar en un cambio de opinión.

Entre las perspectivas que analiza el Comité Organizador se encuentra el apegarse a las modélicas lecciones de la NBA en Orlando y generar una burbuja. Para ello sería imprescindible que los atletas arribaran con al menos dos semanas de antelación, entrenaran confinados en campamentos y sólo se mudaran a la Villa Olímpica tras varias pruebas que certificaran que no son portadores de covid19; en ese caso estaría tajantemente prohibido que pasearan por la ciudad o pusieran un pie en cualquier rincón ajeno al cordón sanitario. Otra posibilidad sería ocupar de manera parcial el aforo de los escenarios, medida que todavía necesita implementarse en varios sitios del mundo para considerar su eficacia.

De momento Tokio 2020 no puede más que trazar opciones y esperar. Imposible imaginar cómo estará el mundo en julio del próximo año. Claro que si una vacuna fuera aprobada por la Organización Mundial de la Salud antes de cerrar el año, los tiempos otorgarían suficiente margen para blindar a todos quienes pretenden ir a competir o visitar.

Mientras tanto, la ministra especial para los Olímpicos se aventura en extremo: que los Juegos serán a como de lugar.

 

                                                                                                                                                              Twitter/albertolati

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