Futbol intocable por leyes y tribunales, a salvo de toda intervención ajena a sus propios reglamentos y comisiones, amparado por el hecho de no ser de ningún lugar pero al mismo tiempo pertenecer a todos. Así, cómodo e imperturbable.

 

Bajo el pretexto de ser apolíticos, los dirigentes de la FIFA se convirtieron en genios políticos. Con la excusa de cuidar a su deporte de intervenciones y manipulaciones al margen del mismo, pudieron asumir postura de ONG. No importaba cuántos miles de millones generaran y que sus decisiones tuvieran impacto sobre elecciones y reformas gubernamentales, el esquema parecía perfecto e infranqueable.

 

Sí, de pronto aparecía la familia real saudí despidiendo a placer entrenadores, o Udai Hussein –hijo de Saddam- encabezando el futbol iraquí y torturando jugadores, o Saadi Gaddafi -hijo de Muammar – ejerciendo de presidente, capitán y seleccionado de Libia, o la junta militar argentina organizando el Mundial 78, pero la FIFA tenía sus distintos criterios para catalogar lo que era una intromisión en su deporte y lo que se iba a tolerar.

 

Todo esto, hasta mediados de los noventa, cuando apareció un humilde futbolista belga que apenas jugó (y a muy mediano nivel) por unos cuantos años. Su nombre, Jean-Marc Bosman.

 

 

SENTENCIA Y REVOLUCIÓN

 

¿Por qué es tan relevante Bosman para el futbol? Porque sus demandas consiguieron dos revoluciones: primero, eliminar el límite de jugadores con pasaporte de la Comunidad Europea en clubes europeos y, segundo, terminar con el pago de traspasos por futbolistas que ya habían acabado contrato.

 

¿Si la naciente Unión Europea hablaba de libertad de empleo para todos sus integrantes en todo confín de la misma, por qué se ponía límite a la contratación de un futbolista belga que deseaba jugar en Francia? ¿Si la esclavitud fue abolida tantísimos años atrás, por qué un equipo seguía siendo dueño de un jugador cuyo contrato había expirado?

 

Bosman propició alineaciones de puros extranjeros y consiguió que años después el futbol brasileño siguiera al europeo anulando traspasos (la Ley Pelé), hasta que más tarde la FIFA hizo un reglamento de transferencias basado en ese esquema.

 

En junio del 2000 tuve oportunidad de entrevistarlo en Lieja, Bélgica. Hablaba orgulloso de la batalla que había ganado pero lamentaba no poder sacar tajada de ella y hacer lo que más amaba: jugar futbol. Gracias a la Sentencia Bosman, sus colegas consiguieron jugosísimos sueldos al compensarles el nuevo club por no tener que pagar un traspaso. Gracias también a él, el futbol europeo se potenció a otra dimensión de espectáculo con el tipo de alineaciones multinacionales que fueron emergiendo.

 

Me explicaba con voz muy baja y semblante discreto –de esos que, sospecharíamos, valga error, se atreven a poco- que algunos jugadores holandeses como los gemelos Frank y Ronald de Boer, le habían dado una comisión por el dinero que les ayudó a ganar, pero que casi nadie se acordaba de él y no encontraba a qué dedicarse. Tal vez no deba sorprendernos que una década después, en este 2011, se diera a conocer que Bosman cayó en el alcoholismo y vive de subvenciones al desempleo.

 

¿Por qué hemos compartido tan largo preámbulo? Debido a un nuevo caso que sacude a la dirigencia del futbol. ¿Quién fue el abogado de Bosman a mediados de los noventa? Un tal Jean-Louis Dupont, encargado también del cisma actual.

EL CASO FC SION

La historia empieza cuando este equipo suizo ficha a un portero de Egipto. Cambia de directiva el club egipcio, los aficionados protestan contra la salida del guardameta y se denuncia ante FIFA y UEFA (Unión Europea de Futbol) el desacuerdo por la operación ya firmada.

 

Hay irregularidades en la denuncia, pero FIFA y UEFA siguen adelante y suspenden al equipo suizo de la posibilidad de comprar jugadores por un tiempo. El Sion recurre a tribunales al margen del futbol (algo a lo que casi nadie se atreve, toda vez que existe alto riesgo de ser desafiliado de todo organismo y torneo) y sí adquiere a futbolistas.

 

Con esos refuerzos, el Sion elimina al escocés Celtic de la Europa League, pero es protestada su alineación y se decreta la descalificación de los helvéticos.

 

Nueva denuncia ante tribunales extra-futbol pero, con la diferencia, de que el Sion gana toda demanda y en la misma Suiza, país donde tanto UEFA como FIFA tienen sus oficinas.

 

Finalmente, el Sion lucha por ser readmitido en la Europa League y siembra miedo en los dueños del balón: otra vez, tal como en el caso Bosman de 16 años atrás, los tribunales extra-cancha tienen poder para invadir el terreno futbolístico. Más aún, el presidente del Sion ha llegado a decir que el titular de la UEFA, Michel Platini, tendría que ser encarcelado por desacatar la ley.

 

A todas luces, el Sion tiene razón en este proceso. A todas luces, FIFA y afiliados han cometido grandes errores en su afán de estar por encima de toda ley (cual un militar que sólo admite ser juzgado por un tribunal marcial, o un líder espiritual que nada más acepta someterse a juicios de su organización religiosa). Y, a todas luces, el precedente que sentará el caso Sion no deja de resultar peligroso.

 

Cuesta explicarlo, pero hay cosas que son de la cancha y ameritan ser solamente juzgadas por quienes dirigen lo de la cancha… Y hay otras que, aún siendo de la cancha, necesitan de una entidad impartidora de justicia al margen. El asunto es quién y cómo diferencia a las unas de las otras.

 

 

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