Si el gobierno de la Ciudad de México pudiera, seguro que reservaría, escondería, los reportes diarios de la calidad del aire durante cinco años para que nadie se enterara de la brutal contaminación que padecemos en el Valle de México.

Solo que resulta imposible no sentir en los pulmones, en los ojos y en todo el cuerpo los efectos de un aire tan sucio que se ve a simple vista.

Bueno, se atreven a esconder los resultados del análisis de la calidad del agua en la alcaldía Benito Juárez para no reconocer que, efectivamente, el líquido que surte el Sistema de Aguas de la Ciudad de México está altamente contaminado, quizá hasta con cancerígenos.

Los medios al servicio del poder se apuran a decir, spoiler, que la contaminación de la Ciudad de México no tiene que ver con la candidata oficialista a la presidencia.

Este tipo de mensajes de propaganda se lanzan porque evidentemente los ciudadanos afectados en su salud y con las restricciones a la circulación vehicular se convierten en electores enojados.

Pueden entender que la contaminación no sea culpa, en primera instancia, de una autoridad local, pero las pésimas condiciones del transporte público que deben utilizar ante la falta de su auto particular sí son responsabilidad de quien gobierna.

También se convierte en una situación injusta con los automovilistas que gastan enormes cantidades en tener sus vehículos en buen estado mecánico y ven como circulan con total impunidad microbuses que tienen más de 30 años de antigüedad y que no tienen ningún control oficial.

Enoja a un elector que, cuando hay contingencia ambiental, las patrullas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana detienen y extorsionan a los automovilistas despistados.

No pone muy de buenas a ningún ciudadano que estos políticos, “que no son como los de antes”, cierren calles y avenidas para que pase el convoy de los funcionarios públicos más influyentes del país y de la ciudad.

Y como en el centro del país no hay oposición a la cual echarle la culpa, enoja y enferma que no haya la voluntad política de cerrar o al menos de modernizar la refinería Miguel Hidalgo, en Tula, Hidalgo, que es una de las principales fuentes de contaminación del Valle de México.

Las tristemente célebres micropartículas iguales o menores a 2.5 micrómetros, las PM2.5, y las iguales o menores a 10 micrómetros, PM10, también tienen origen en grandes cantidades en esas instalaciones de Petróleos Mexicanos.

El 35% del dióxido de azufre que se concentra en esta zona metropolitana la emite esa refinería, además de una gran cantidad de partículas de óxidos de nitrógeno y dióxido de carbono que salen de esas chimeneas que están a solo 70 kilómetros del Zócalo de la Ciudad de México.

El gobierno de la capital no le puede echar la culpa a los de antes porque llevan gobernando aquí casi 30 años, pero siempre habrá un enemigo externo, como lo dicen los manuales de propaganda.

El villano favorito de moda para explicar las desgracias de estas semanas es el calor. Ese que causa apagones en el país y que en la Ciudad de México nos tiene en contingencia.

Pero es un hecho que la contaminación del aire nos enoja y nos enferma.

 

     @campossuarez