Además del tema de la literatura de la onda, la vida del escritor José Agustín tiene un episodio que se cruzó con la vida de las drogas como consumo y no sólo tema literario, el ambiente policiaco que no se olvida y algunas figuras del poder.

El 14 de diciembre de 1970, a dos semanas de la toma de posesión del Gobierno de Echeverría, el escritor regresó a la Ciudad de México procedente de Acapulco y en el camino pasó a visitar a un amigo músico. Ahí les cayó la policía que investigaba un cargamento de 14 kilos de mariguana. Agustín tenía fama pública de consumidor de droga.

El policía a cargo era nada menos que Arturo El Negro Durazo como policía judicial y se llevó a todo el grupo a los separos. Agustín reconoció la propiedad de un bote de mariguana para consumo personal, pero la acusación era sobre el cargamento.

Seis meses y medio estuvo detenido Agustín en el Palacio Negro de Lecumberri y en su testimonio El rock de la cárcel contó lo que vio y lo que padeció, junto, aunque por motivos diferentes, a los presos políticos del movimiento estudiantil del 68, entre ellos José Revueltas. El autor reveló toda la corrupción en el sistema penitenciario.

Con un nombre en la literatura y en el cine, Agustín y sus familiares acudieron a contactos políticos: la promotora Angélica Ortiz, madre de Angélica María, movió todos los hilos de poder para que liberaran al escritor pero tuvieron que cumplirse ciertos procedimientos que involucraron a personalidades de la política: el secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia; el abogado penalista Arsenio Farell;  el funcionario y actor Rodolfo Echeverría Álvarez y el procurador general,  Julio Sánchez Vargas.

Por hilos de poder políticos, Moya ordenó al procurador el retiro de cargos de tráfico y Agustín obtuvo la libertad en julio de 1971.

 

Zona Zero

  • Años después, Moya no fue candidato presidencial y Echeverría lo designó presidente de la cadena Organización Editorial Mexicana que el Gobierno había obtenido y que el expresidente Echeverría mantuvo bajo su control. Él impuso una línea de censura a la crítica y muchos colaboradores de prestigio renunciaron en masa denunciando libertad coartada; José Agustín recibió el mensaje de Moya sobre el favor del pasado y le pidió que no se retirara del periódico, pero el escritor, rebelde en las venas, se negó y abandonó las páginas de El Sol de México.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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