Conforme el sexenio de Andrés Manuel López Obrador llega a su fin, quedan claras las razones del Presidente para elegir a 2023 como “el año de Francisco Villa”. En un país como México, muchas veces, las leyendas tienen más peso que los datos concretos. Así hemos forjado una parte muy importante de nuestra historia pasada y reciente, en leyendas.

AMLO ignora la historia, pero entiende el valor de las leyendas, lo que le permite forjar una narrativa a partir de medias verdades y completas mentiras. Y qué mejor figura para esta narrativa que la imagen institucional del héroe morenista Francisco Villa. Le viene como “anillo al dedo” (AMLO dixit).

Villa, un delincuente al que la leyenda -que no la historia- ha elevado a héroe nacional, jamás creyó en la ley. Al mando de su ejército murieron asesinados, con crueldad inusitada, decenas de miles de mexicanos inocentes.

A cualquier persona que él consideraba su enemigo lo eliminaba sin piedad. Su desprecio por las mujeres lo llevó a cometer innumerables violaciones y si algo lo distinguió en su vida fue ser un astuto ladrón que jamás se avergonzó de todo el mal causado. Nunca pidió perdón.

AMLO necesita urgentemente construir una leyenda de sí mismo, que le permita no sólo imponer su poder al siguiente Gobierno, sino construirse un lugar legendario en el imaginario colectivo. En esa ruta no importa cuánto tenga que mentir –“tengo otros datos”– o a quién tenga que destruir para cumplir con sus objetivos.

Uno de los puntos más débiles y vergonzosos del régimen son las desapariciones forzadas de miles de personas ejecutadas por el crimen organizado, al que el Gobierno de López Obrador no ha querido ni enfrentar ni detener. Sólo abrazos y más abrazos.

Con las cifras publicadas en julio, hay 44 mil personas desaparecidas en la actual administración. México ocupa un deshonroso segundo lugar mundial de desapariciones forzosas. Cada hora desaparece una persona en nuestro país. Cada hora una familia mexicana vive la peor de las tragedias posibles.

La responsable de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, presentó su renuncia “en virtud de los contextos actuales”, es decir, la indiferencia del Gobierno de AMLO para resolver este infame problema de seguridad nacional.

Para enfrentar la renuncia de Karla Quintana, el Presidente la redujo a “un fin de ciclo”. Pero eso no es suficiente para él; siempre tiene que inventar otros datos, maquillar las cifras, negar la realidad y, sin más, presenta una nueva estrategia: desaparecer a los desaparecidos.

Según López Obrador, sus enemigos “inflaron las cifras de desaparecidos” por politiquería y sólo con el ánimo de desprestigiarlo, pero él tiene nuevos datos: “En muchas partes hay buenas noticias porque se están encontrando jóvenes, personas que se habían considerado desaparecidas en el censo que tenía originalmente, vamos a corregir el censo”.

¿Qué pensarán y sentirán los familiares de estas víctimas ante esta “nueva estrategia” del Presidente? ¿A cuántas personas piensa AMLO desaparecer del censo de desaparecidos para limpiar su imagen y su sagrada popularidad? ¿No es suficiente tragedia el tener un familiar desaparecido para que ahora por voluntad presidencial, desaparezca inclusive su nombre?

Desaparecidos e ignorados. La infamia no conoce límites.

De igual forma López Obrador anunció muy orgullosamente que una encuesta telefónica lo ubica como el tercer mejor Presidente del mundo. Tal vez ese mundo del que AMLO presume sean países como Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Rusia, etcétera. En ese mundo, sí es posible que sea el tercero.

  @Pancho_Graue

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