Hector-Zagal
 

(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

“Me voy, querida, para la mina vieja
Solo Dios sabe si algún día volveré”
Óscar Chávez, La mina vieja

Mi abuelo paterno fue minero. Murió de silicosis cuando mi padre tenía 5 años. Carecía de seguridad social y dejó en el desamparo y la pobreza a una viuda con 5 hijos. Mi abuela tuvo que hacerse cargo de sacar a su familia adelante. ¡Y pensar que la minería ha enriquecido a tantas personas! ¿En qué condiciones trabajan hoy los mineros?

Les cuento esto, porque hoy se conmemora en México el Día Nacional del Minero, pues el 11 de julio de 1934 se fundó el Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, en Pachuca. Es una buena ocasión, digo yo, para escuchar también “La mina vieja”, canción de Óscar Chávez que relata la vida de un minero quien se despide de su amor al no saber si regresará.

La minería cuenta con una larga historia en el país. Durante el Virreinato, fue la principal actividad económica de la Nueva España. La fiebre de los primeros conquistadores por el oro y la plata se acrecentó cuando se descubrieron las primeras minas en el centro del país. Pocos años después, a partir de 1550, las exploraciones del norte irían a parar en Zacatecas, donde no sólo encontraron vetas ricas en minerales preciosos, sino también la posibilidad de expandirse a lo largo de todo el norte.

Gracias a la minería aparecieron ciudades y pueblos en todo el Virreinato: Taxco, Pachuca, San Luis Potosí. Aunque a veces, las minas cerraban y una buena parte de sus trabajadores emigraban a otras, muchos de esos centros de población perduraron.

De 1555 a 1630, se vivió un primer auge en la minería. Durante este periodo, se dio lo que muchos consideran como el primer invento de la Nueva España: el “beneficio de patio”. Este procedimiento, inventado por Bartolomé de Medina, permitía separar la plata de otros minerales con mayor facilidad y reduciendo costos y tiempo.

De 1630 a 1740, la producción minera decreció. Los robos estaban a la orden del día. Los caminos que conducían hacia las minas eran considerados “caminos reales”, es decir, rutas con alto valor estratégico por la mercancía que se movía en ellos. Ya se imaginarán por qué eran los favoritos de los asaltadores de caminos.

Otros problemas fueron la escasez de mano de obra, las frecuentes inundaciones de las minas y el gran monopolio de la Corona Española. El libre comercio estaba prohibido para los novohispanos, por lo que se veían forzados a malbaratar el oro y la plata con España. Eso sin contar los impuestos que los dueños de las minas debían pagar. Primero les cobraban el quinto real, que era una quinta parte de sus ganancias. Para 1548, bajó al diez por ciento; sin embargo, aún debían pagar impuestos por derecho de amonedación, para la acuñación de monedas, y por derecho de vajilla, para poder fabricar vajillas y alhajas.

La mina más rica de la Nueva España era la mina de La Valenciana, ubicada en la ciudad de Guanajuato. Le seguían la Mina Real del Catorce, en San Luis Potosí; la mina del Edén, en Zacatecas, y la mina Real del Monte, en Hidalgo. ¿Han visitado alguna? Hoy muchas son zonas turísticas preciosas. Al lado de la mina de La Valenciana, por ejemplo, está su iglesia homónima, misma que, junto con el templo de San Francisco Javier en Tepotzotlán, tiene uno de los altares más hermosos del churrigueresco.

Sapere aude!
@hzagal

LEG

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana