Uno de los problemas de los partidos y de los políticos de la oposición es que, una vez que llegaron al poder, se olvidaron de que fueron opositores. Instalados en el Gobierno, su principal premisa ha sido el hacerse de tanto poder como sea posible y no la buena práctica del servicio público. Los ciudadanos hemos pasado siempre a un segundo plano.
En México, hoy es muy complicado entender, para gobernantes y gobernados, ¿qué es la democracia funcional? Significa que lo que se ofrece en campaña se transforme en programa de Gobierno y en una política pública que tenga a los ciudadanos como el objetivo central.
¿Qué estamos viendo hoy en las dos precampañas más relevantes de momento, Morena vs. alianza?
La precampaña de Morena es un espectáculo lamentable; sus precandidatos están más interesados en obtener el favor de AMLO, que en hacer posicionamientos mínimamente inteligentes. Parecería una apuesta de quién lo puede hacer peor.
La campaña de Ebrard no se sabe si provoca rabia o pena; se suponía que él era el precandidato “menos malo” y resulta que está convertido en un palero de quinta, sin pudor alguno, dispuesto a lo que sea con tal de lograr la aprobación del Jefe Supremo. ¿Qué tipo de Presidente puede surgir de un candidato lleno de ocurrencias absurdas e incapaz de presentar una sola propuesta inteligente? Uno muy peligroso.
Adán Augusto es al menos consistente, hace lo mismo que hacía cuando fue gobernador, secretario de Gobernación y ahora precandidato: nada.
Su campaña se caracteriza por lo mismo: no trata de nada y está claro que él quiere lo que su paisano y jefe quiera. Ese puede ser su gran mérito: ser dócil y obediente y, en caso de ser el elegido, tendríamos dos López en la presidencia.
La campaña de Claudia Sheinbaum la muestra diluida y sin fuerza; sin el soporte de AMLO y el carisma que da la jefatura Gobierno se la percibe sin ideas ni liderazgo. De hecho, como en muchas ocasiones, Claudia se muestra fría y distante, como si lo que hace no le apasionara en lo más mínimo. Claudia nos recuerda a esos liderazgos soviéticos obedientes y permanentemente mal encarados, que respondían al líder del partido sin chistar. La única diferencia es que, en lugar de Moscú, las órdenes vendrían desde La Chingada, en Palenque. La sumisión sería la misma.
Por lo que corresponde a la alianza (PRI-PAN-PRD), por fin se empiezan a ver acciones algo más coherentes y el surgimiento de un candidato con posibilidades reales de poder competir con el candidato elegido por AMLO.
En principio, la idea de una encuesta y una elección primaria, donde ambas acciones tengan el mismo peso, le proporciona al método un grado aceptable de credibilidad.
El surgimiento de Xóchitl Gálvez como posible candidata de la alianza, le da sentido a ésta; una candidata surgida del PAN, pero con un cierto acento de centro izquierda tan necesario en las condiciones de inequidad de nuestro país. Xóchitl tiene esa facilidad para poder comunicarse con todos los estratos sociales. Eso que llaman “pueblo”.
Xóchitl podría ser la llave de una contienda mucho más equilibrada y la posibilidad real de una mujer en la presidencia. Los retos que tiene por delante son enormes: lograr que el PAN se imponga en la alianza y que el partido pueda contar con una candidata ilusionante que enarbole un discurso retador de alto impacto.
Tal vez el mayor reto de Xóchitl sea el no repetir el efecto Fox: buen candidato, mal gobernante. Esa debería de ser la tarea de la alianza, poder garantizar una administración funcional y una democracia representativa. Un Gobierno en el que la ley, sí sea la ley.
@Pancho_Graue
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