Circula el video de una política de Guatemala, Zury Ríos, en el que, la verdad, no se ve que le imponga mucho la investidura presidencial mexicana. Presidente: doña Zury está muy molesta. Avienta lumbre por los ojos, señor, porque quiere usted que indulten a César Montes, el exguerrillero, para que se asile en nuestro país. Entiendo que doña Zury, hija orgullosa del general Ríos Montt, un golpista con miles de muertes a la espalda, no es exactamente un modelo de humanismo. Pero hay que reconocer que el modo en que se refirió usted a lo de Montes no es el más afortunado. Dijo que don César “está acusado de algunos delitos”. Hombre, sí. Nada más que los “algunos delitos” son los asesinatos de varios soldados, a los que, dicen, mandó linchar.

Traigo a cuento esta historia porque, según le sugerí ya alguna vez, puede que no sea el momento ideal –ese tiene unos años que se nos fue–, pero sin duda es un buen momento, para abandonar la arena internacional y limitar su radio de influencia al suelo patrio. Se lo digo conforme a los principios de la fraternidad universal: no se le da bien el extranjero. Lo entiendo. Está usted tan enraizado en nuestro México, tierra sagrada, con sus civilizaciones de 10 mil millones de años y sus arreglos florales, que nomás empieza a acercarse a la frontera y –aventuro– le vienen, primero, el váguido, y luego, por el descontrol del cuerpo y el espíritu, una salida de tono francamente poco enaltecedora.

Recuerde lo de Mussolini, y eso que fue un encuentro virtual. Recuerde que se trajo al Evo, que tiene acusaciones bien fundamentadas de golpismo y abuso sexual de menores. Luego ha defendido a Pedro Castillo, que, caray, sí trató de dar un cuartelazo y por eso me lo bajaron. Súmele la trifulca con la nueva presidenta de Perú.

Tampoco ha estado muy bien lo de mentar madres contra Zelensky. Ni lo de recibir una medalla en Cuba, donde, insisto, encarcelan a chicos de 15 años. Luego tenemos lo de la Celac, un fiasco, la verdad, y el otro, el de tratar de boicotear la cumbre de los gringos porque se negaron a invitar a dos que tres dictadores. Fue un oso, impropio del segundo Presidente más popular del planeta.

Ah: y lo de decirle a los chinos que no se pasen de lanzas con el fentanilo. Me lo ningunearon, señor. Le contestó como la número 114 en el escalafón.

En resumidas cuentas, lo conmino a ratificar lo de que la mejor política exterior es una buena política interior, y a actuar en consecuencia.

Un abrazo solidario de su amigo, el doctor Patán.

 

  @juliopatan09