Este es el punto en el que no debería estar la paridad del peso frente al dólar, en ese punto en donde hay una atención de la opinión pública que ahora no quiere que se pierda esa posición ganada que le hizo que regresara ese mote del “Súper Peso”.

Claro que todo empieza desde el poder presidencial. Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la relación del peso frente al dólar de los Estados Unidos una especie de éxito de Gobierno, cuando nada tiene que ver su gestión con un precio que, además, tampoco conviene tanto que se mantenga tan apreciado.

Es comprensible que, ante la falta de cualquier otro resultado, y la baja compresión generalizada del funcionamiento de los mercados, su feligresía se compre la paridad actual del 17.60 pesos por dólar como uno de los logros de la autollamada 4T.

Pero es evidente que una paridad en estos niveles resultará insostenible con el tiempo, simplemente porque las inflaciones de ambos países deberán regresar a sus cauces normales, con todo y las tasas de interés, y las monedas deberán reflejar las diferencias entre ambas economías.

Por ahora, el elevado premio que se ofrece a las inversiones en pesos hace que el costo de oportunidad se incline hacia el mercado mexicano que ofrece rendimientos muy superiores al riesgo país.

Desde el exterior los mercados funcionan de esta forma que puede resultar irracional, o al menos difícil de entender, si hay alguna turbulencia, incluso provocada por los Estados Unidos, invariablemente los capitales corren a refugiarse al dólar estadounidense.

Y si el problema es interior, por la cercanía del proceso electoral sucesorio de 2024, por la manera como este régimen juega en la rayita de la legalidad, por eventuales desórdenes fiscales provocados por el exceso de gasto asistencialista o por cualquier otro motivo, la primera aduana del escándalo en los mercados es el tipo de cambio.

Los directamente beneficiados con un peso fuerte son los mexicanos de mayores ingresos que pueden obtener mayor poder de compra en el extranjero, desde el turismo, el “shopping”, hasta la compra de activos o bienes inmuebles.

El fenómeno inflacionario ha provocado que bienes de consumo más general, que puedan llegar a más amplios sectores, no reflejen la fortaleza del peso frente al dólar. Hay muchos productos que están tasados en moneda extranjera que siguen subiendo sus precios a pesar de la fortaleza del peso.

Un peso fuerte daña los ingresos de los exportadores, afecta el poder de compra de los mexicanos que reciben remesas, las altas tasas de interés que acompañan al peso fuerte cuestan muchos recursos al servicio de las deudas.

En fin, el tan patriótico peso y su relación fortachona frente al dólar es una quimera que, a los que se la han creído, les va a doler cuando se acabe.

Con un componente adicional, si la corrección llega natural, como un movimiento de mercado, puede ser más sutil. Pero si se convierte en un motivo de preocupación general y desata una especulación generalizada, puede implicar un desorden que presione más a los mercados.

 

    @campossuarez