Primero los suelta y ahora los quiere amarrar.

Si ha comenzado una lucha fratricida en Morena por la candidatura presidencial, todo es obra y gracia del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien adelantó la lucha por la sucesión nada más tres años.

Así que ahora los llamados a la “concordia’’ y a “anteponer los intereses del movimiento a los personales’’ resultan llamados a misa.

Lo que diga Mario Delgado, que no sea establecer el piso parejo para la contienda entre corcholatas, es pura demagogia.

Y de la más barata.

Delgado salió ayer a pedir a las corcholatas que “no se calienten’’, cuando ha sido su abyección lo que ha atizado la lumbre de un proceso que, salvo un milagro, ya sabemos cómo va a terminar.

En las próximas semanas seremos testigos de cómo entre corcholatas, por muy alineados que se digan con López Obrador, recurrirán a las prácticas de todos los políticos al estilo mexicano.

Por ejemplo, los gritos de ¡fuera! ¡fuera! que le recetaron al secretario de Gobernación Adán Augusto López en un estadio de beisbol, fueron celebrados -y el video replicado miles de veces- por seguidores de la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.

Y no porque Sheinbaum y Ebrard lo hayan ordenado, sino porque sus seguidores han entendido que la guerra entró en una fase crítica y si no es ahora, no habrá mañana para ganarse la simpatía de los electores.

Así que todos los llamados a la unidad, al respeto al movimiento, son frases huecas para ganar tiempo y forzar los escenarios que favorezcan a quien López Obrador designe.

Al fin que son políticos y sí, sí son iguales.

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Resulta por lo menos sorprendente, que la Consejería Jurídica de la Presidencia no haya solicitado a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolver, por orden de prelación, las quejas contra la Ley General de Comunicación Social (LGCS), aprobada en mayo del 2018, antes que las interpuestas en contra del llamado Plan B electoral.

Sorprendente porque igual lo hubieran pedido a la Corte durante la presidencia de Arturo Zaldívar y porque, pese al argumento de la Consejería de que se quiere “garantizar la seguridad jurídica’’, como Poder independiente la SCJN no recibe órdenes ni peticiones.

El orden de los asuntos a tratar los determina el pleno y, salvo que los ministros hayan decidido atender los temas por orden de las fechas en que fueron recibidos, la petición de la Consejería es un llamado a misa.

Incluso pareciera una estrategia legaloide para evitar que se discuta la constitucionalidad del llamado Plan B, cuyo proyecto de sentencia ya fue conocido y plantea rechazarlo -tirarlo a la basura, pues-, por diversas fallas en el proceso legislativo.

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Un ciudadano extranjero sin conocimiento de lo que pasa en México se hubiera quedado asombrado del debate que ayer tuvieron diputados y senadores de todos los partidos en la Comisión Permanente del Congreso.

La exhibición de carteles -de cartulinas pues-, acusando al “Cártel de Andy’’ y al “Cártel Inmobiliario’’, marcó el tono del debate.

No es que haya asuntos más importantes que tratar, pero las denuncias del enriquecimiento de los amigos de Andrés López Beltrán, hijo de López Obrador, y de los exalcades panistas de Benito Juárez, resultaron más atractivos a la hora de pepenar simpatías.

Total, mientras todo quede en gritos y sombrerazos y no en denuncias formales, todo es show.
Papelito -y no papelón-, habla.

LEG