Adrian Trejo

Mañana sábado Morena realizará una marcha no para conmemorar un aniversario más de la expropiación petrolera, sino para cobijar al presidente Andrés Manuel López Obrador, “ofendido’’ por decenas de miles de ciudadanos que el 26 de febrero salieron a las calles a pedir que se respete la ley y al INE.

Esta contramarcha es un espejo de lo que ocurrió en noviembre, cuando por las mismas causas, ciudadanos salieron en defensa del INE justo cuando se debatía la llamada reforma electoral.

Entonces López Obrador, a sugerencia del fallecido gobernador poblano Miguel Barbosa, convocó a una marcha para la conmemoración del 20 de noviembre.

Y si la ciudadanía sale a las calles otra vez, en abril, algún allegado del Presidente le recomendará hacer su propia marcha para conmemorar el Día del Niño; si es en mayo, para conmemorar el Día de la Madre.

Y así sucesivamente.

Las marchas sirven para lo que sirven y no sirven para lo que no sirven, parafraseando al filósofo Hugo López-Gatell.
Para lo que han servido, es para evidenciar el enojo que le provoca al Presidente que la ciudadanía que no concuerda con sus acciones, lo haga de manera tan patente.

A pesar de las descalificaciones, adjetivos e incluso insultos, los ciudadanos que ven un peligro de regresión en las decisiones del Gobierno no han tenido temor ni empacho en salir a las calles.

López Obrador y Morena creían tener la patente de las movilizaciones y las escrituras del Zócalo capitalino pero las clases medias, ninguneadas y vilipendiadas, que no acostumbran a manifestarse, lo hicieron en dos ocasiones en menos de cuatro meses.

El pretexto del sábado es lo de menos, lo importante es mostrar músculo, llenar el Zócalo al costo que sea, demostrarles a los rivales políticos que de aquel lado “son más’’.

Lo único que logrará la marcha es atizar el espíritu de polarización que padece México, alentado todos los días, a partir de las siete de la mañana.

No está lejano el escenario en el que ambos bandos convoquen a marchas el mismo día, y entonces no habrá discurso que los detenga.

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José Ángel Gurría es quizá uno de los políticos mexicanos con mayor reconocimiento mundial.

Secretario de Relaciones Exteriores, de Hacienda, presidente de la OCDE, Gurría levantó la mano en busca de ser el candidato presidencial de la oposición.

El exfuncionario tiene un diagnóstico preciso sobre lo que ocurre en el país y ofrece alternativas para solucionar los problemas.

Gurría ha sostenido reuniones con otros aspirantes a la candidatura y también con los presidentes de los partidos de la alianza.

No está, formalmente, en campaña, pues dependerá de las reglas para la elección del candidato de Va por México si compite formalmente o se abstiene.

Sin duda, en un mundo globalizado, el prestigio y el reconocimiento del que goza Gurría son una invaluable carta de presentación.
A ver.

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En San Lázaro todavía se atisba una posible negociación entre partidos para seleccionar a los cuatro consejeros electorales que deberán tomar posesión del cargo el 5 de abril.

Lo que ha quedado claro, después de la depuración que se hizo de la cuestionada lista de aspirantes que pasaron el examen, es que Morena quiere, sí o sí, que la presidenta sea Bertha Alcalde Luján.

A ver cuáles son las cartas de la oposición para negociar, pues, aunque López Obrador niegue que los cargos se negocian, sigue ocurriendo.