Vaya que debe enojar mucho al régimen que en unas cuantas horas se viniera abajo esa bandera que presumían como un éxito de su gestión económica.

Claro que siempre habrá otros distractores para no tener que hablar en las mañaneras de cómo el peso frente al dólar pasó de los 17.90 a los 19.04 en tan solo cuatro días.

Porque si ya presentaron al súper peso como el éxito de López Obrador ni modo que ahora quieran explicar a su feligresía que la moneda mexicana es una divisa de alta operatividad global que se mueve a la par de las noticias financieras externas, como la quiebra de un banco en los Estados Unidos.

Como sea, la realidad es que si bien estamos ante un episodio de volatilidad global que necesariamente tiene consecuencias en las economías, lo cierto es que en el centro de nuestras preocupaciones no tiene que estar la salud de los bancos mexicanos.

Lo primero que demostró la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) es que los focos de alerta se volvieron a encender después de la catástrofe, tal como ocurrió con Lehman Brothers en 2008. Una vez que vino la debacle, todos pudieron ver que era inminente y eso tiene que ver con la regulación financiera en Estados Unidos.

México no está exento de que alguna entidad financiera caiga en problemas al margen de la regulación, pero los grandes bancos operan cómodamente en un país de baja bancarización de menos del 50% de la población adulta con una cuenta bancaria, altos márgenes de ganancia y estrictas reglas de capitalización que aparentemente se cumplen bien.

Hay un seguro de depósito, que tiene su origen en el satanizado Fobaproa, que a través del Instituto Bancario de Protección al Ahorro Bancario garantiza las cuentas de ahorro en los bancos hasta prácticamente los tres millones de pesos.

No hay pues, en general, nada de qué preocuparse por las noticias de una corrida bancaria en Estados Unidos o tener temor por los depósitos en las instituciones bancarias. Son menos las personas que tienen recursos en otras entidades financieras reguladas no bancarias, pero deben conocer sus riesgos.

Donde sí hay que poner atención es en las condiciones financieras que de hecho llevaron al SVB a quebrar. Es muy complejo, pero uno de los pecados de ese banco fue confiarse a que las tasas de interés estaban bajas, y se apalancaron a largo plazo, mientras que los rendimientos que daban a sus ahorradores aumentaron rápidamente por el acelerado incremento en el costo del dinero de corto plazo, por las alzas de la Reserva Federal.

En términos de las finanzas personales no es buen momento para tomar deuda, sobre todo créditos al consumo. Una tarjeta de crédito o un crédito comercial para comprar electrodomésticos operan con tasas variables que hoy inevitablemente suben.

Otros créditos, como uno empresarial o hipotecario, deben tomarse si hay cierta garantía de los ingresos.

Pero, en general, es muy probable que por algún tiempo no sea tan sencillo obtener dinero prestado, precisamente por esa necesidad de las instituciones financieras de reducir lo más que puedan su exposición al riesgo.

Así que, sin temores por la banca mexicana, pero con las precauciones necesarias en estos tiempos de turbulencia.

 

     @campossuarez