Foto: Valeria Chaparro | Artesanías Algo que llama la atención de su arte es que no necesita de planificar los patrones para materializarlos.
Foto: Valeria Chaparro | Algo que llama la atención de su arte es que no necesita de planificar los patrones para materializarlos.  

La elaboración de artesanías de sus culturas ha posibilitado que mujeres de las etnias otomí y huichol no sólo preserven sus tradiciones, sino que además les brinda independencia económica y autonomía.

Socorro Isaac Martínez pertenece a la comunidad otomí de Santiago Mexquititlán, en Querétaro, aunque ya tiene tiempo que reside en la alcaldía de Coyoacán, a donde llegó con su familia en busca de nuevas oportunidades. Es de ahí de donde son originarias las muñecas Leles, producto artesanal que ella se ha encargado de mantener vigente.

Te puede interesar: Nombran luciérnaga en honor al cineasta Guillermo del Toro

En entrevista para el Diario, detrás de su mostrador lleno de las coloridas figuras, grandes y pequeñas, durante la feria que la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México (SeMujeres) llevó a cabo, explicó un poco de su arte:

“La elaboración la aprendí con mis abuelas, mis tías, en ese caso, mi mamá ya no vive, pero ella me dejó esta herencia, que no pensaba yo dedicarme a esto, pero de repente me enfoqué a hacerlas y me gustó, aparte de todo, porque llevan colores muy mexicanos, las telas que también son coloridas y forman parte de la cultura mexicana”.

Para Socorro, la elaboración de estas muñecas no es únicamente un ingreso extra en su hogar, pues también es una manera de conjugar su vida como madre y ama de casa, además de que le da más libertad y autonomía.

“Por ser mujer indígena a veces no tenemos muchas oportunidades, por falta de estudios no tenemos esas oportunidades de encontrar un trabajo y cuando somos mamás menos. Esto, además de que es parte de mi cultura, aparte de que me gusta elaborarlas, me deja un tiempo para yo estar con mi hija”.

“Mi esposo me ayuda al sustento de la casa, pero esto también es parte de lo que yo necesito, si se me antoja algo en la calle, pues yo ya tengo algo, cualquier cosa, hoy yo no me espero a que el hombre me dé todo, sino que también tengo mi dinerito. Yo siempre he pensado eso, que a falta de mi marido o mi esposo, yo siempre tengo que salir adelante”.

A todo esto se suma la gratificación de haber hecho un buen trabajo y es que para la confección de tan solo una muñeca se necesita de un día entero. “Me da una satisfacción y cuando ya termino de elaborar una muñequita y veo los colores, me impulsa más a querer innovar”,  concluyó.

Te puede interesar:  Sin acuerdo, jurado volverá el martes a deliberar sobre caso de García Luna

De manera similar, Julia Carrillo Enrique, una mujer huichola de la tercera edad, relató su historia como artesana indígena en la Ciudad. Proveniente de la Sierra de Santa Catarina, Jalisco, llegó a la capital “por necesidad, cualquier cosa, porque ahí en mi pueblo no hay nada de que vivir, por eso salimos siempre a trabajar”.

A diferencia de Socorro, a Julia su familia no le transmitió el proceso de elaboración de las ahora reconocidas figuras huicholas, de coloridos patrones realizados con chaquira. “Mi mamá no lo sabía hacer, pero después, viéndolo yo, cuando yo crecí, yo solita me enseñé viendo a la gente como lo hacía, yo solita me enseñé”.

En la mesa que le facilitó SeMujeres, exhibe piezas de tamaño casi real, como cabezas de coyote, de conejo y de venado, todas adornadas con los complejos y coloridos patrones huicholes, hechos con pequeñas chaquiras, que emulan flores de peyote, radiantes soles y flora desértica, ésta última sólo tiene una función ornamental, “cualquier cosa, lo ponemos para que no se vea tan beco, no se vea tan mal el dibujo”.

Algo que llama la atención de su arte es que no necesita de planificar los patrones para materializarlos. “No le dibujamos nada, eso viene en la cabeza de uno, el color para que se vea bonito y que sea llamativo, que es por lo que la gente lo ve, le gusta. Ese no está dibujado nada, ese solo se me viene a la mente y ya se hace lo que uno quiere”, explicó, mientras señalaba una cabeza de coyote, con tres solos rojos y amarillos en la frente.

Estas piezas, que son las más grandes, le toman tres días cada una para hacerlas. Por otra parte, las pulseras, anillos, collares y otras cosas pequeñas, puede realizar seis en un día.

Julia se sostiene enteramente por su trabajo, que también abarca la costura, la confección de ropa y tocados, así como morrales, todos con motivos huicholes. “Cuando ya termino uno, dos, tres cosas, pues me siento bonito, porque ya se ve bonito, mis artesanías, lo que yo estoy haciendo, mi trabajo”, detalló.

Tanto Socorro como Julia coincidieron en que antes su arte se limitaba a realizarlo las mujeres, pero que en tiempos más recientes los hombres también han empezado a elaborar estos productos, por la rentabilidad económica que tiene en la Ciudad de México.

En tanto, la titular de la Secretaría de Mujeres de la Ciudad de México e impulsora de estos bazares, Ingrid Gómez Saracíbar, declaró que estos son muy importantes “para apoyar en la autonomía económica a las mujeres, sobre todo a quienes están viviendo, temas de violencia, porque tener autonomía económica les da también una serie de posibilidades para enfrentar procesos, pero también para tomar decisiones”.

En la edición de este bazar, que ya lleva algunos meses llevándose a cabo, además de mujeres de comunidades indígenas residentes en la Ciudad, a través del personal de la Secretaría, participaron mujeres del Refugio para mujeres en situación de violencia de la Ciudad de México, así como de las 27 Lunas, donde se les facilitan talleres en los que aprenden a realizar actividades con las que pueden emprender, como hidroponía, cocina, maquillaje, entre otros.