El director de cine nos recuerda lo inspirador de contar nuestra historia al mundo.

Para quienes creamos ficción, puede ser más fácil enmascarar nuestros más oscuros traumas mediante personajes y mundos fantásticos, disfrazando los temores, sueños, ilusiones e inseguridades que tenemos en el producto creativo.

Steven Spielberg, uno de los directores de cine más reconocidos a nivel mundial, con producciones como Tiburón (1975), Indiana Jones y los Cazadores del Arca Perdida (1981) e E.T. (1982) bajo la bolsa, normalmente expone sus demonios en aventuras fuera de este universo. El realizador, con 75 años de edad y alrededor de 57 producciones audiovisuales bajo su cargo, ha cruzado muchos territorios y géneros a lo largo de su vasta carrera. Sin embargo, sabe que entre más detalles reales se puedan encontrar en una historia, más importante y vulnerable.

Así, decide crear su obra más personal hasta el momento: Los Fabelman (2022). Basada en la infancia de Spielberg, la cinta, nominada a 7 premios Oscar en la edición de este año, nos narra, mediante el personaje ficticio de Sammy Fabelman, cómo fue la vida del director entre los 8 y 18 años, describiendo los entornos en donde creció—judíxs en Estados Unidos—, su compleja dinámica familiar y su obsesiva y soñadora relación con el séptimo arte. A pesar de que muchos detalles no están totalmente confirmados de ser parte de los años formativos de Spielberg, él ha dicho que las escenas más palpables del largometraje son en efecto cosas que vivió, por lo cual Seth Rogen (actor de las comedias Supercool (2007) y Virgen a los 40 (2005), además de uno de lxs protagonistas de esta historia comentó que el director estaba llorando mientras filmaban aquellos momentos clave.

Tal corazón late fuerte en el cuarto oscuro. No solo por las hazañas cinematográficas de este maestro, si no porque el arte más profundo es aquel capaz de retratar la realidad.

Para quienes nos dedicamos al arte, vivir de nuestra profesión es jugar a la ruleta rusa, donde la mayoría no sobrevive para contar su narrativa. Sin embargo, lo hacemos porque, pese al sacrificio, esfuerzo y abandono en el camino por lograr nuestros objetivos, el salto de adrenalina de crear no es equiparable con nada, así como el sabor de usar nuestra herramienta de elección—pluma, pincel, guitarra, mantequilla, entre millones de otras—como diván en el consultorio. Entre más expongamos, mejor nos sentiremos. Sin importar cuánto miedo dé.

Gracias, Spielberg, por inspirarnos con Los Fabelman, una palmada en la espalda que nos recuerda que nuestra pasión siempre estará ahí para cobijarnos cuando la vida nos patea la cara. Y quién sabe, tal vez de una de estas proyecciones salga una persona que en 10 años se convertirá en el próximo Spielberg. Porque las cintas pueden tener tal poder.

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