Dice en una columna mi amigo y colega, Juan Ignacio Zavala, que si bien, obviamente, el plagio cometido por la ministra de la Suprema Corte, Yasmín Esquivel, es mucho más dañino en términos del interés común, en términos del país, que el que puede cometer un intelectual o un novelista, el acto de piratearse un texto empareja a una y otros en términos éticos. Por supuesto, Juan tiene razón. Me gustaría seguir un poco su razonamiento y ahondar en las diferencias entre un copipeisteo y los otros.

El plagio literario, en México sobre todo, tiene un componente único: su inutilidad esencial. El mundo literario nacional es una condena casi segura a la precariedad y el anonimato. No hay lectores, no hay dinero, no hay interés mediático en tu figura. En mucha mayor medida que en, digamos, Estados Unidos, Inglaterra e incluso España, obtener notoriedad y dinero es prácticamente imposible, y hacer fortunas, tipo Stephen King o la Rowling, imposible sin el prácticamente. Así, la única gracia del oficio de escritor es, o lo sería si fuéramos seres más congruentes, el placer de la creación, porque chingarte una columna, una novela o un poema no es más que hacer trampa en el solitario, sin apuesta de por medio. Es, vaya, un acto de una pequeñez irracional que sí, es condenable, pero que al menos tiene el interés mínimo de cualquier sinsentido, ese algo de misterio rascuache que un buen novelista gringo o británico podría convertir en una gran novela hecha de personajes moralmente raquíticos, chiquitos y atrabiliarios.

Lo de la bachiller Esquivel, en cambio, es de un muy comprensible pragmatismo lumpenesco, prosaico, que retrata, y no, una forma muy mexicana de hacer política (sí, el cargo de ministra es político). Es muy mexicana porque la deshonestidad intelectual está en la raíz de varios políticos de los de antes. Tenemos un expresidente acusado también de fusilarse una tesis y un exsecretario de Educación con títulos pirata. Lo de toda la vida. Lo que es nuevo es la aprobación cínica, a pecho descubierto, de la trampa, en plan policía de tránsito mordelón.

Es cínica la manera de la ministra de seguir con la chamba, es cínica la reacción de la SEP, es cínica la manera en que parte de la comentocracia chaira que condena el “linchamiento” a la ministra pero no su tesis fotocopiada, y es cínica su defensa por parte del Presidente, encantado de tener una empleada en el tribunal top del país.

En pocas palabras, lo que confirma Yasmín Esquivel es que no, no son iguales.

 

      @juliopatan09