Quien crea, a 15 años de distancia, que la huelga de la sección 65 de Cananea fue por lucha obrera, peca de ingenuo, de mal informado o está coludido con Napillo. No nos equivoquemos, fue una huelga a modo ordenada por Napoleón Gómez Urrutia para chantajear a su antojo al Gobierno.

Todos los intentos por levantarla fueron en vano, aun cuando se logró un acuerdo con la empresa donde se cumplían todas las exigencias del sindicato para que los más de mil mineros de Cananea regresaran a trabajar con el pago de salarios caídos y conservando sus prestaciones, pero no, desde Vancouver, Napillo se negó, dijo que la única manera de terminar la huelga era quitándole las órdenes de aprehensión por el robo de 55 millones de dólares y dándole 100 millones de dólares por daño moral. Sin la firma, la huelga no podía ser levantada y así fue.

Los integrantes del sindicato no lo podíamos creer, el entonces Secretario del Trabajo dijo que no caería en chantajes y que las negociaciones no eran para tratar los asuntos penales de Napillo, sino para preservar el empleo de miles de familias.

En 2007, Cananea generaba 40% del total de la producción de metal de todo el país, era una mina sumamente productiva, los trabajadores recibían 400 mil pesos de reparto de utilidades y el Contrato Colectivo de Trabajo (CCT) tenía más de 100 años de antigüedad, garantizando beneficios para los mineros muy por encima de lo que marca la ley; sin embargo, a Napillo no le importó, mantuvo la huelga a golpe de pretextos y acabó con todo.

Hoy la historia no cambia, Napillo paga a unos cuantos de lo que fue la sección 65 para seguir con el supuesto movimiento, les dice que el CCT es suyo y que los reinstalarán con millones de pesos, evidentemente es mentira, legalmente no existe relación laboral entre el sindicato de Gómez Urrutia y la mina de Cananea.

A 32 meses de huelga y tras ser declarada inexistente en tres ocasiones, en abril de 2010, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dio por terminadas las relaciones laborales colectivas e individuales entre el sindicato minero y la empresa, con ello la huelga y cualquier vínculo con Napillo acabaron.

Él se hace el loco, insiste que la huelga continúa, sigue utilizando a los que fueron mineros para tomar carreteras y por horas colapsar la economía; es la manera de amenazar y mostrar a las autoridades el grado de violencia que puede desatar en caso de que lo quieran enjuiciar y encarcelar por el robo de los 55 millones de dólares.

No solo se sirvió de Cananea, también de Sombrerete, en Zacatecas, y de Taxco, en Guerrero, minas que estallaron en huelga, al mismo tiempo para evitar la aprehensión.

Napillo ha utilizado a su antojo las huelgas hasta para atacar a funcionarios y políticos, incluso al propio Gobierno que lo hizo senador, él arremete como niño mimado contra los que no quieren cumplir sus caprichos.

Hace unos días, los Napillos de Cananea volvieron a tomar carreteras logrando una reunión en la Secretaría de Gobernación, previo al encuentro, Napillo siguió calentando los ánimos contra el Gobierno y los morenistas, llamó a sus seguidores a estar alertas por si no le satisfacía el resultado: “Ante cualquier situación que suceda en dicha reunión esperando que la disposición que gritan a los cuatro vientos nuestros gobernantes se vea reflejada en los hechos”.

Napillo sufre de amnesia, olvida que él forma parte del Gobierno, que fueron ellos quienes lo ayudaron a regresar a México a pesar del robo de los 55 millones de dólares, hoy no solo se deslinda de la administración, sino que la señala, critica y ataca, porque bien dicen: “Cuando el perro es bravo hasta a los de la casa muerde”.

 

    @CarlosPavonC