¿Por qué la vida es más costosa en una región que en otra? Si bien el costo de vida ha aumentado por varias razones —presiones inflacionarias; disrupciones en los mercados; choques en las cadenas de suministro; conflicto bélico entre Rusia y Ucrania; así como la crisis energética—, hay aspectos fuera del análisis que suponen una dimensión social.

Por ejemplo, la Encuesta Espinosa Rugarcía de Movilidad Social, identifica diez barreras multifactoriales que limitan la movilidad social de los mexicanos: i) ser mujer; ii) el tono de piel; iii) nacer y crecer en la región sur de la República mexicana; iv) desarrollarse en un hogar de bajo nivel socioeconómico; v) tener padres con una educación mínima; vi) tener un padre que haya trabajo en el sector informal; vii) haber laborado durante la infancia; viii) contar con educación primaria pública vespertina; ix) tener un primer empleo en la informalidad; y x) falta de acceso a servicios de cuidado infantil.

Recientemente, la revista The Economist publicó un índice de costo de vida. En términos generales, el estudio compara los precios de más de 200 productos y servicios en 170 ciudades, cuyos hallazgos apuntan que el costo de vida se ha elevado en al menos dos décadas.

El fenómeno de la gentrificación ha hecho a las ciudades más caras; asimismo, la gente que transita por las urbes, pero que no se asienta en las metrópolis, ha acentuado esta tendencia. El ordenamiento territorial es una variable adicional a tomar en consideración: mayor concentración poblacional supone mayor densidad y demanda. Hay polos urbanos donde, en virtud de la proclividad a cierto tipo de enfermedades, la atención médica y la prima de seguros es onerosa. Por consiguiente, no hay un sistema preventivo de salud —y enfermarse se vuelve una tragedia—.

Sumado a lo anterior, los habitantes de distintas ciudades aún carecen de servicios básicos como agua, saneamiento, energía eléctrica y transporte público; tampoco tienen acceso a viviendas dignas, escuelas de calidad ni empleos bien remunerados.

Destaca la Ciudad de México dentro de las urbes con un costo de vida elevado desde hace diez años. Vivir cuesta más, al tiempo que cada vez hay un mayor número de personas en situación de pobreza —55.7 millones, según Coneval—.

De acuerdo con el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, en México, 74 de cada 100 personas que nacen en los hogares más pobres, no logran superar dicha condición en su vida adulta; ello lo coloca como un país de baja movilidad social.

En definitiva, no deben darse por decreto medidas que pretendan resolver la problemática, como el ingreso universal o el incremento del salario mínimo, sino promover temas de competitividad, esquemas progresivos de crecimiento, formalización de la economía y políticas dirigidas a la clase media.

Las dinámicas económicas deben buscar generar bienestar e ir acompañadas de otras acciones que atiendan los principales retos de la agenda global, que van desde temas ambientales, pasando por problemáticas espaciales, hasta aspectos socioeconómicos.

El bienestar y la igualdad de oportunidades debe ser una política de todos, no solo de los gobiernos.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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