Parece claro que los divorcios nunca son buenos. Cuando un matrimonio se rompe deja heridas, cicatrices difíciles de subsanar. Algo parecido ocurre con los países. Y si no que se lo digan a Gran Bretaña que se ha convertido en un espejo en el que todos deberían verse. En el momento en que los británicos decidieron votar por la separación de Europa comenzaron por un camino lleno de espinas.

Si comparamos al Reino Unido de ese momento al de hoy, vemos las piedras que los mismos ciudadanos se pusieron. Los aranceles, que antes apenas sí había, son excesivos igual de excesivos que la inflación galopante por encima de la media europea. El desempleo se ha convertido en un caballo de batalla igual que el desabasto de los productos básicos en los supermercados. Los diferentes gobiernos han sido tan ineficaces como lamentables. Incluso la propia monarquía británica, tras el fallecimiento de Isabel II comienza a tambalearse. Algo más, el divorcio con la Unión Europea le está costando al Reino Unido más de cien mil millones de dólares.

Pero los euroescépticos pretenden hacer algo parecido. Se ven reflejados en Gran Bretaña. En Italia, la nueva primera ministra Giorgia Meloni ha hecho algunos escarceos en ese sentido. La Hungría de Viktor Orbán ha seguido la misma ruta y si en Francia llegara el populismo de la extrema derecha ocurriría algo similar. Lo mismo que en la España de la ultraderecha de VOX con sus rancios discursos del proteccionismo y en contra de la inmigración.

En este entrado siglo XXI necesitamos de la unión para vencer a la propia globalización. No queda más remedio. Está visto –lo dice la historia– que los proteccionismos, que dan lugar a los nacionalismos solo generan odio y desunión. No hay más que recordar por qué se dio la primera gran guerra. Todo comenzó por los nacionalismos mal entendidos. Por eso, ya no hay cabida a la desunión en el planeta, y mucho menos en Europa.

No hay más que ver cómo le ha ido al Reino Unido. No hay más que ver cómo le ha ido a la isla. Sin embargo, insisten e insisten. Es el ejemplo de Cataluña con sus absurdos intentos secesionistas de despegarse de España. Gracias a eso, en los últimos años su PIB se cayó. Las empresas se marcharon por la falta de certeza jurídica. Muchas otras comunidades autónomas como Madrid lo aprovecharon. aquel capital miedoso y que zozobraba se marchó a la capital española. Las empresas querían seguridad y Madrid se la dio.

No tendría ningún sentido que Italia y Hungría por ejemplo quisieran salirse de la Unión Europea, con un ejemplo como el británico ya es suficiente

Europa es grande en función de su unión. Por muy potente que sean España, Francia o Alemania, no podrían competir si fueran solas, con los imperios que son Estados Unidos, China o la India. Sin embargo, en el concierto europeo sí son relevantes.

Si ya tenemos un ejemplo, para qué queremos más.

 

      @pelaez_alberto