Es necesario, compañeros, cuidar a los héroes de la 4T. No dejar que caiga su imagen, que se degrade a la de mortales del común y perdamos esos referentes tan necesarios. No, no me refiero a la presunta candidatura de nuestro policía en jefe, Omar García Harfuch, al Gobierno chilango. O sea, sí hay que calibrar que tener un policía con buena imagen y resultados comprobables es muy importante, por aquello de la rara avis, y que placearlo, como a la jefa de Gobierno con sus guitarras y sus brincolines, puede deteriorar su imagen irremediablemente.

Pero mis preocupaciones, en lo inmediato, no se centran en nuestro secretario de Seguridad. Mis preocupaciones, y con urgencia, apuntan hacia el más señero de nuestros combatientes; al héroe de héroes; al Rambo de la 4T. A nuestro Epigmenio.

Mi preocupación nace de que ya van dos. La primera fue el nalgazo en la inauguración del AIFA; ese –diría mi madre– sentón antológico; ese rompe coxis, pues bien aguantado por esa musculatura de acero bruñido.

La segunda, evidentemente, su crisis del otro día en la marcha que terminó de santificar a nuestro líder o, más aún, de elevarlo a la categoría de semidiós, fundido con el pueblo bueno. La recordarán. Mi Epi apareció, primero, recargado de cara contra un coche, fundido pero no tanto con el pueblo como con el cofre y, enseguida, sentado en el piso, el pelo apelmazado, el copetón ese tan viril alzado en una textura de zacate rebelde, hay que decirlo, muy poco favorecedora. Mi amigo Alejandro Rosas, un neoliberal muy malintencionado, se refirió insidiosamente al episodio como a un “tramafat”.

Me parece injusto, pero es cierto que la escena te llevaba a la cabeza términos de esos que le gustan a nuestro Presidente. Términos antiguos, casi en desuso fuera de Palacio Nacional. Como “supiritaco”, por ejemplo. O soponcio.

Ok, no podemos permitirlo. Epigmenio es y debe seguir siendo para nosotros el hombre que esquiva ráfagas de ametralladora con movimientos felinos, intercepta una flecha con la mano en plan ninja, cruza las selvas centroamericanas, camuflado, sembrando el terror entre las filas del imperio.

El atraviesa-parabrisas. El esquiva-bombas que, mientras las esquiva, recita pases de lista salidos de ese corazonzote revolucionario.

Lo que quiero decirles, en fin, compañeras, compañeros de transformación, es que el movimiento, que vive días definitorios, asediado por el neoliberalismo, no puede permitirse un héroe con telele. ¡Nunca más un Rambo con las nalgas en el piso!

 

    @juliopatan09