Tal vez resulte extraño que un político escriba sobre el Mundial, pero una breve reflexión demuestra que se trata de un acontecimiento que va mucho más allá del deporte, y saca a relucir elementos culturales y sociales que merecen ser mencionados y discutidos.

No pocas personas han equiparado el futbol y el Mundial a la vida misma. Se dice, con razón, que las cosas no se acaban hasta que pite el árbitro. En la Copa Mundial de Francia 1998, la Selección Mexicana perdía dos a cero contra el representativo de los Países Bajos. En los últimos minutos, el equipo azteca logró empatar el partido y sumar puntos para pasar a la siguiente ronda. Creo que este es un símil importante sobre otros aspectos de la vida diaria.

Hay momentos en que la adversidad y las dificultades parecen infranqueables, como si no hubiera estrategia capaz de superarlas ni tiempo lo suficientemente largo para poder trabajar en soluciones. Pero si algo demuestra la historia, es que el esfuerzo, la determinación y la confianza siempre pueden ser herramientas poderosas, motores de cambio.

A lo largo de mi carrera política he enfrentado dificultades que parecían imposibles de superar. Cuando tenía 37 años, aspiraba a ser gobernador de Zacatecas: contaba con la preparación y, lo más importante, con el respaldo del pueblo. Aún así, se me negó la oportunidad de contender; se buscó intimidarme, sepultarme políticamente y anularme socialmente, mediante la creación de expedientes negros. Las posibilidades estaban en mi contra, pero sin dejar de luchar, en los últimos minutos del partido, logré vencer las reacciones y resistencias, para convertirme en el primer gobernador de izquierda de mi estado.

Recientemente, la Selección Mexicana enfrentó una serie de críticas severas respecto a su actuación en el actual Mundial de futbol en Qatar, pero más de allá de eso, siempre resulta sorprendente la manera en que todo el país deja de lado sus posibles diferencias, para depositar una esperanza en la actuación de la escuadra nacional.

No solamente eso, sino que el país entero se une para defender las insignias patrias frente a cualquier posible agravio. El Mundial es, entonces, un recordatorio de que la esperanza no se debe perder, a pesar de que el entorno sea adverso. Es también un claro indicio de que todo México puede encontrar puntos de coincidencia alrededor de causas comunes, y de que las y los compatriotas podemos dejar de lado las diferencias, para dar paso a la reconciliación nacional.

Sirva esta ocasión para reconocer el esfuerzo del seleccionado mexicano, y para agradecerles los buenos momentos que nos han hecho pasar en cada partido.

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