Va una pausa futbolera, que causará más resquemores que cualquier columna con tema político. Lo digo como va, más seguro incluso que nunca: Messi está sobrevalorado. Mi punto es: no cabe duda de que es un jugadorazo. Fue un top dos durante muchos años, en esa competencia con Cristiano y sin duda está entre los diez mejores de la historia… Pero no entre los mejores cinco.

El otro día, contra Arabia Saudí, vimos una imagen que hemos visto montones de veces: el gran Lío o Leo, ese jugador al que el sector barcelonista-bienpensante nos quiere vender como la encarnación misma del futbol, volvía a deambular por el campo, la cabeza baja, ante la derrota de su equipo, supuesto favorito –a mí también me lo parecía y puede que todavía me lo parezca–.

Ya sé lo que viene: “Es que en la selección no se halla. Tienes que mirar su trayectoria en el Barça”. Bueno, coincido a medias. En la selección no se halla, no. Cinco mundiales messistas después, Argentina sigue sin ganar una Copa del Mundo. ¿Son sus compañeros? Mmm.

Argentina, la verdad, no ha tenido en los últimos mundiales selecciones capaces de competir con la España de locura de 2010, ni con la Alemania que masacró a Brasil en 2014, ni con los brasiles de los Ronaldos, Rivaldo, Romario o Bebeto, ni con las francias de Zidane y Mbappé, por una razón: no ha tenido planteles así de buenos.

Pero tampoco es que a Messi lo hayan acompañado cojos o ciegos. Digo, de 2006 para acá, hemos visto a Crespo, Riquelme, Tévez, Agüero o Verón, y a pit bulls como Mascherano, Ayala o Zanetti. Con esos compañeros de ruta, Messi, en cuatro mundiales y un partido, ha anotado siete goles. Nada.

¿Qué hubiera hecho Maradona, ese impresentable, con esos compañeros de equipo? Con menos que eso, bastante menos, hizo campeón a Argentina en México, sin hablar del lugar en el que puso al Nápoles.

Messi, en contraste, y aquí mi desacuerdo, tuvo sus mejores años en el Barça rodeado de la élite de la élite: Ronaldinho, Xavi, Iniesta, Busquets, Puyol o Piqué. Por ejemplo. Luego, cuando vinieron mal dadas y esa generación se fue resignando a jubilarse, hizo con el Barcelona lo que hace el Barcelona completo en todas las últimas Champions: agachar la cabeza e irse tempranito a casa.

Puede que Argentina gane todavía la copa del Mundo y puede que Messi dé dos o tres buenos y hasta muy buenos partidos. Si hay que ponerle una lana, no obstante, les recomiendo apostar a la cabeza agachada. A la segura, pues, 10% de talento infinito, 90% de ausencia de carácter.

 

    @juliopatan09