Tal vez, los principales responsables de que AMLO esté hoy en la presidencia sean esas personas a las que él ve con tanto desprecio: las clases medias urbanas, principalmente de la Ciudad de México.

AMLO les ha dicho de todo: clasistas, racistas, inmorales, pero, sobre todo, los ha calificado de “aspiracionistas”.

Lo que vi el domingo pasado, es que la mayoría de las personas que salieron a marchar en defensa del INE eran de clase media, por supuesto que había también mexicanos de alto poder adquisitivo marchando en total armonía con muchos de escasos recursos.

La marcha no fue una causa en contra de Andrés Manuel López Obrador, es la consecuencia de su desprecio por la libertad, de su intolerancia por aquellos que aspiran a una vida mejor. Pero, sobre todo, por su soberbia ante los que piensan diferente.

El Presidente, como todos los autócratas, piensa que el mundo debe girar a su alrededor y que cualquier persona o grupo social que disienta de su ideología es de facto su enemigo.

Durante el Gobierno de AMLO se han dado dos fenómenos que parecerían contradictorios: el fortalecimiento de la imagen del INE y un enorme abstencionismo electoral. Ese voto silencioso y oculto fue exactamente el que salió a marchar el domingo 13 de noviembre. En ellos reside el futuro de los resultados electorales de México.

Ante esa realidad, la reacción casi infantil, de los pregoneros de la 4T fue intentar minimizar algo que puede ser realmente peligroso, inclusive más grave que una alianza opositora: el empoderamiento ciudadano, la toma de conciencia de que somos nosotros, los ciudadanos, los que podemos y vamos a definir el rumbo del país.

En 2018, la clase media decidió con su voto darle una oportunidad a AMLO, éste no entendió que las personas aspiraban a algo diferente, más digno y, sin duda, aspiraban a un mejor futuro. De eso se trata el aspiracionismo: de soñar con algo que no se tiene, de luchar por ese sueño y que nadie se crea con el derecho de negarte la posibilidad de soñar por ti, por tu familia y por tu país.

Martí Batres, Mario Delgado y Claudia Sheinbaum -desde Veracruz en un acto de campaña- y muchos otros próceres de la 4T intentaron, por todos los medios posibles, sabotear la marcha, pero ante la realidad de la marea de cientos de miles de personas -la cantidad exacta es lo de menos- pasaron al más absoluto negacionismo y darle como regalo de cumpleaños al jefe máximo los argumentos para desfigurar la realidad, calificando este esfuerzo ciudadano como un vulgar “striptease del conservadurismo” -cita textual del Presidente-.

Estuvieron también presentes los eternos trepadores políticos como Alito que ya nos dio su palabra -que no vale ni medio centavo- qué no se va a aliar con Morena a favor de la reforma electoral. Con esa garantía ya podemos dormir tranquilos.

El domingo pasado quedó claro que aún no sabemos por quién va a votar la clase media mexicana, pero lo que sí quedo claro es por quién no va a votar en 2024. Eso explica el enojo del Presidente.

AMLO, amo y señor de la narrativa durante cuatro años, enfrenta ahora a cada persona que asistió a manifestarse pacíficamente y que dueño ya de su propia narrativa, será un vocero de una verdad diferente a la que se nos pretende imponer.

Presidente, comprenda, las instituciones como el INE son un medio no un fin. Las personas que marcharon tienen claro que el fin es defender su derecho a la libertad, a poder estar en desacuerdo sin ser descalificado ni insultado.

Seamos aspiracionistas, nunca dejemos de serlo, aspiremos a fortalecer las instituciones ciudadanas, no al Gobierno.

@Pancho_Graue

fgraue@gmail.com