Un hombre de 40 años, viviendo solo en Nueva York, nunca ha tenido una relación seria. Hasta que, de pronto, su vida cambia por completo cuando conoce a…¿otro hombre?

¿Entonces no es la típica comedia romántica heterosexual situada en Nueva York? No. Pero como bien se dice dentro de la cinta, esa no es la única diferencia. No basta con cambiar el género de la pareja para hacer un buen romance LGBT+. Debe ser real a las experiencias de la comunidad, porque, aunque se pueda ver como igual, las relaciones entre personas del mismo sexo son totalmente distintas a las heterosexuales.

La película Bros, escrita por Billy Eichner y Nicholas Stoller, y dirigida por este último, tiene muchos aciertos. Mas me enfocaré en la representación contra la normalización del amor sin importar el género.

Aunque en muchos sectores de México aún no existe la libertad de amar como en, digamos, Nueva York, Londres u otras ciudades cosmopolitas, la generación millennial ya acepta la diversidad sexual, por lo menos a simple vista.

Sin embargo, esta película pondrá a prueba a quienes se dicen ser completamente abiertxs, para ver si sí lo son o solo de dientes para afuera. Hay varias escenas donde se muestran conductas o situaciones que podrían verse “promiscuas” o “libertinas”, pero se retratan bajo un aura de honestidad. Claro, no todas las experiencias son así, y también hay momentos muy tiernos y conmovedores. Sin embargo, se nota el esfuerzo de lxs creadores por hacer un producto auténtico, dirigido al público general. Porque, a fin de cuentas, de eso se trata: experiencias reales retratadas con fidelidad. No todo el cine LGBT+ comercial debe acabar en tragedia. Tampoco está obligado a ser sobre el autodescubrimiento. Esta va más allá, porque encuentra un punto de conexión en una verdad, con la cual, sin importar qué tipo de relación se tenga, varias personas se pueden sentir identificadas: lo doloroso de realmente abrirse con alguien.

Vivimos en una cultura donde es incorrecto ver a una mujer enojarse o no cumplir con la imagen de perfección, entre millones de injusticias. Este mismo machismo bloquea también a los hombres, porque se les prohíbe llorar o mostrarse sensibles. De algún modo, dichos estigmas se suman a la experiencia LGBT+ masculina: podrá haber mucho sexo, ¿pero qué hay del amor?

El largometraje se atreve a resolver esas preguntas, así como hablar sobre el terror de enamorarse de alguien, la felicidad recargándose en otro ser humano, cuando se nos acomodó la soledad. Un mal generacional, sin duda.

La gente podrá chistar, mas si examina bien el discurso de la cinta aprenderá su valor: a todxs nos da miedo amar, pero es algo que siempre buscamos.

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