Salvo por el detalle de que lleva las manos ocupadas con un teléfono y por tanto tiene que suspender por un rato lo de sacarse los mocos, el personaje es el mismo de siempre: lentes a media nariz como un Gepetto con camisa bordada, porque pues sí, la vista cansada no acaricia y las letras en la pantalla se hacen chicas con los años; pantalones de mezclilla aguadones, porque otra cosa que se reduce con los años son las nalgas, y zapatotes negros. Lo que cambia es el contexto.

Esta vez, al compañero Noroña no lo abuchearon en el aeropuerto, donde frecuenta los salones VIP en sus viajes igualmente VIP al sueño bolivariano, sino en City Market, un supermercado que tiene productos buenos de esos que no hay en otras partes y que, coherentemente, no cobra poco.

Sí, al compañero Noroña parece que se le está volviendo una monserga lo de frecuentar determinados lugares. Es comprensible. No es que en esta columna le deseemos el mal, pero es lo que pasa cuando te has dedicado a agredir a la gente que frecuenta esos lugares, a negarte a usar cubrebocas en esos lugares, a cuestionar lo que simbolizan y a cantar las loas del socialismo-bolivarianismo, donde no hay ni supermercados llenos ni salones VIP, porque el país entero es el salón VIP de una casta de enguayaberados y militarotes. A propósito, el futuro presidente de México sí es diferente a los populistas continentales en un detalle: no se mueve en Mercedes. Lo suyo es una camioneta Volvo de un millón y pico.

El punto es que el futuro Presidente está sufriendo lo que se llama el rechazo social. No es el único. Como recordarán, el lic. Bartlett fue increpado en conocido restaurante de Polanco: corrupto, vendepatrias y algunas otras lindezas, así le dijeron y mejor hizo mutis, ayudado por un guarura. Sí: el licenciado va a tener que asumir que o come en alguna de sus 29 casas o hace como el Presidente que se va a las fondas a buscar aplausos y disfrutar del “sagrado olor del pueblo”.

Como siempre, la solución se encuentra, justamente, en el infinito genio presidencial. En realidad, al titular del Ejecutivo le gusta combinar la tlayuda changarrera con la Suburban y los zapatos ingleses. Por eso, ya marcó el camino: en Yucatán, se hizo fotografiar en el restaurante de un hotel entre mesas sin gente. Sí: el camino es que te vacíen el restaurante, onda viejo gobernador priista, y el vuelo comercial, pero con pase directo hasta el avión, para evitarte molestias.

El camino, pues, es la austeridad republicana VIP.

 

  @juliopatan09