Lo que va del período de Gobierno de la primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, ha sido sumamente turbulento. En tan sólo seis semanas, sus políticas económicas desencadenaron una crisis financiera, la intervención del banco central y la destitución de su jefe del Tesoro.

Ahora, la mandataria británica enfrenta agitaciones dentro del Partido Conservador que ponen en duda su liderazgo. Durante la contienda de verano, Truss prometió reducir los impuestos y la burocracia, así como estimular el crecimiento de la economía.

Es preciso recordar que, el 5 de septiembre pasado, Liz Truss obtuvo 57% de los votos de los miembros para convertirse en lideresa del partido gobernante. Al día siguiente, la reina Isabel II la nombró primer ministro en uno de los actos finales de la monarca previo a su muerte el 8 de septiembre. Sin duda, el comienzo del mandato de Truss se vio ensombrecido por un valle de duelo por el deceso de la reina, lo cual dificulta su arranque.

Posteriormente, el 23 de septiembre, el jefe del Tesoro, Kwasi Kwarteng, anunció el paquete económico del Gobierno. Se incluyeron recortes de impuestos por 45 mil millones de libras, incluida una disminución del impuesto sobre la renta para las personas con mayores ingresos. Truss estaba cumpliendo con las medidas anunciadas. Ello tomó por sorpresa a los mercados financieros y a los analistas políticos.

El resultado fue que la libra cayó a un mínimo histórico frente al dólar estadounidense, y que el costo de los préstamos del Gobierno se disparó. El Banco de Inglaterra tuvo que comprar bonos del Gobierno y evitar que la crisis se propagara a la economía en general; asimismo, advirtió que las tasas de interés tendrían que subir aún más rápido de lo esperado para frenar las presiones inflacionarias. La opinión pública respondió de manera enérgica en vista de una primera ministra cuya administración se desmoronó en cuestión de semanas; para algunos expertos, esta situación se remonta a un punto de inflexión en 2016, es decir, al Brexit.

A medida de que creció la reacción negativa, Truss comenzó a abandonar partes del plan económico en un intento por calmar a su partido y a los mercados internacionales; por lo cual despidió a Kwarteng y lo sustituyó por Jeremy Hunt, quien se desempeñó como ministro de Salud y de Relaciones Exteriores en los gobiernos de David Cameron y Theresa May. Con la llegada de Hunt, se revertirán todos los recortes de impuestos planteados. Baste subrayar el tamaño del problema: de julio a la fecha, han sido cuatro los ministros de Finanzas designados.

En Reino Unido continúa ajustándose el Gobierno de la primera ministro Liz Truss, con cambios en los nombramientos y modificaciones sustanciales en las propuestas iniciales de la mandataria. La situación en el número 10 de Downing Street se ha complejizado. La pérdida de credibilidad, como le ocurrió a Boris Johnson con el “partygate” que motivó su partida, persigue a Truss al tiempo que requiere estabilizar política y económicamente a su Gobierno. En tanto, hay quienes consideran que Liz Truss no llegará a las fiestas navideñas.

¿Será la estabilidad otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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