El Presidente de El Salvador tiene todavía cara de niño. Su barba recortada le hace más joven. Nayib Bukele llegó al poder en 2019 cuando tenía 37 años. Desde el principio despuntó buscando un país ideal y moderno. Ese joven salvadoreño, que maneja las redes sociales como si fuera agua de mayo, supo ganarse el cariño de la gente, entre otras cosas por el carisma de la juventud. Pero con camisa no se gobierna.

Bukele, un hombre de derechas, viene de una escisión del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí, un partido de izquierda radical. Sin embargo, este joven empresario supo reinventarse y transitar hacia posiciones más conservadoras para poder llegar a ser presidente de El Salvador.

Pero la sorpresa estriba en que Nayib Bukele ha apuntado que quiere reelegirse de cara a las elecciones del 2024. La Carta Magna salvadoreña no deja la posibilidad de la reelección. Por eso lo tiene muy difícil. Cada vez se oye más la posibilidad nada remota de su modificación. ¿Es legal esa modificación? Puede serlo. Pero en todo caso no es lo mejor

El fantasma del populismo recorre el mundo, muy especialmente el continente latinoamericano. Si vemos el mapa, nos damos cuenta  que transita desde la Argentina de Alberto Fernández, continúa por el Chile de Boric, sigue por el Brasil de Bolsonaro, atraviesa la Venezuela de Maduro, pasa por la Nicaragua de Ortega, sobrevuela la Cuba de Díaz-Canel y llega hasta el Río Grande. Un cambio en la Carta Magna salvadoreña, para hacerla al modo y manera del presidente Bukele, sería un atropello. Pero es más, el efecto dominó podría recorrer del sur al norte todo el continente.

Ya existe un precedente. El Chile del joven presidente Gabriel Boric ya hizo un amago de querer modificar la Constitución del país del Cono Sur, no resultó. La ciudadanía chilena entendió que se trataba de un exceso de poder. Y eso es lo que tienen los populismos. Poder para tener más poder. Y eso conduce, a lo largo del tiempo, a una tiranía injustificada.

A Bukele le pasa lo que a Trump. Ha ido gobernando a base de tweets. Este joven millenial como él mismo se califica, ve en Twitter una herramienta poderosa. Y eso es cierto. Pero un país no se puede gobernar pensando sólo en las redes sociales.

Lo más importante es que no haya un efecto contagio. No se puede manosear la ley de leyes. No se puede manosear porque seguidamente se prostituye. Da igual el país, da igual su PIB. Ante la Constitución todos somos iguales. Y eso, eso es sagrado.

 

@pelaez_alberto