Cuando la semana pasada el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador salió al balcón del Palacio Nacional para dar el Grito de Independencia, recayó sobre él la responsabilidad de más de doscientos años de fraternidad. Él es plenamente consciente. Por su sangre recorre la sangre española y por lo tanto la celta, íbera, judía, mora y por supuesto indígena; un espectacular crisol que hace que españoles y mexicanos caminemos juntos hacia el futuro.

A estas alturas del partido dan igual las cartas, los reclamos, las excusas. No son sino pretextos propagandísticos y electorales. Llevar la bandera de la confrontación, cuando quedan dos años de gobierno, puede valer para eso, para las cuitas electorales, pero, desde luego no sería el mejor camino para avanzar hacia la confraternización

Nuestras banderas, nuestro idioma común, el español – que lo hablan más de setecientos millones de personas –, nuestra religión, nuestra consanguinidad, no puede ser objetivo de polarización, de confrontación entre dos países que siempre estuvieron unidos. El peso de la Historia es demasiado fuerte como para querer borrarlo. La Historia es indeleble, aunque queremos borrarla.

Somos muchos más los que amamos a España y a México que los que sienten la indiferencia de la mediocridad o el odio del resentimiento. Somos muchos más los que estamos seguros de que ambos países son mucho más grandes que los gobernantes que podamos tener a ambos lados del Atlántico.

Cuando ocasionalmente hace muchos años se gritaba “Viva México, abajo los gachupines”, haciendo referencia a los españoles, lo único que conseguían aquellos que lo vociferaban era pegarse un tiro en el pie. No se puede ir contra la Historia. Al contrario, por muy oscura que fuera hay que entenderla y aceptarla como fue. El dictador Francisco Franco Bahamonde estuvo cuarenta años en un poder irrestricto, fue el tirano de España, pero por muy autócrata que fue y que pasó a la historia, lo que no se puede es esconder esa parte de la Historia de nuestro país. En España han ido quitando calles con su nombre o el de sus acólitos. También han desaparecido todas las figuras ecuestres del dictador. Como para borrar su memoria. Y en el fondo es bueno que lo recordemos para que no volvamos a caer en que de nuevo vuelva un dictador.

En México ocurre algo parecido. Se pretende borrar de manera ciertamente beligerante nuestra Historia común de los últimos cinco siglos. Por supuesto que se cometieron excesos que fueron trágicos, pero fue mucho más importante lo positivo que lo oscuro, que se quedó en la recámara de la Historia.

Estamos condenados a entendernos y es una bendita condena. Estamos condenados a mirar juntos hacia el progreso. Y cada quince de septiembre ambos países recuerdan la necesidad de la independencia y la importancia del legado que dejamos para que ambos caminemos juntos para abrazarnos en los lazos de la Historia.

 

  @pelaez_alberto