El reinado medieval regresa.

Después de tres años del final de Game of Thrones, una de las series más populares de todos los tiempos, llega a nuestras pantallas House Of The Dragon, otra épica destinada en el mismo universo, pero con nuevos personajes, una línea temporal distinta, pero con la conquista de Westeros, el mundo ficticio de esta historia, en la mira.

¿Pero qué hizo tan exitosa a la primera como para continuar el legado? A diferencia de otras fantasías como Harry Potter, Las Crónicas de Narnia o, su rival más fuerte, El Señor de los Anillos, aquí existe una brutalidad poco vista en tramas de este tipo. Game of Thrones nos sitúa en un mundo de traiciones, venganza, adulterio y asesinatos combinado con dragones, duendes, hechiceros y demás. Aquí tal vez pierda el bueno. Porque las líneas entre bondad y maldad no están tan claramente pintadas.

Si el apresurado final de la serie, destinada a por lo menos diez temporadas por su creador, nos enseñó algo, fue que los héroes no siempre son como los pintan. La sed de poder y venganza puede convertirnos en los villanos de nuestra historia, en nuestra peor versión.

Los tintes de grises continúan en House of the Dragon, e incluso se tornan más así. Mientras su antecesora tenía personajes instantáneamente amados u odiados, quienes protagonizan su precuela no tienen tintes tan evidentes. Claro, apenas va un episodio, pero la naturaleza de estos seres ficticios ya se nota distinta desde las decisiones de sus protagonistas, o dentro de sus momentos silenciosos, donde vimos la vulnerabilidad de hasta el ser más despiadado.

Fuera de los dragones, aquí parece no haber elementos fantásticos a juego. Ese es su principal acierto, porque la amenaza de los caminantes blancos en su antecesora, aunque aportaba mitología, así como un arco común a todas las temporadas, la adentraba más en el montón. El verdadero distintivo eran los juegos políticos, y cómo estos servían de crítica a la sociedad podrida en donde vivimos, donde la sed de poder por el poder mismo es el verdadero peligro.

No somos dioses. Por tanto, no debemos comportarnos como tal.

Por supuesto es interesante ver quién se alía con quién en la búsqueda de control absoluto. O qué rasgos destacan entre ellos, quién realmente hará un cambio. Mas fuera de estas especulaciones, el mensaje central, el realmente importante, estará latente: el poder consume y destruye hasta al más noble.

Con una historia más íntima en esta ocasión, y un panorama completamente centrado en los juegos políticos, veremos si se mantiene el mensaje moral de Game of Thrones. Las similitudes de este universo con el mundo real —cruel y frío, pero también humano e inesperado— son los ingredientes ideales para una nueva obsesión. La visión de George R.R. Martin, el creador de este vasto universo, ya está escrita. Digámosle adiós a los distractores y pongamos el foco en la crueldad del humano, la magia detrás de Westeros.

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