Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

El 12 de agosto es el Día Mundial del Elefante. La intención de esta fecha es generar conciencia sobre la disminución de la población de elefantes en todo el mundo. Parece que el principal motivo de esta diminución es el comercio ilegal de marfil. Sin embargo, también la destrucción de sus hábitats naturales y su uso como transporte y entretenimiento se cuentan como causas de su disminución.

Existen dos tipos de elefantes: africanos y asiáticos, y cada uno cuenta con subespecies. ¿Cómo distinguirlos? Los elefantes asiáticos son más pequeños que los africanos, y sus orejas son rectas en la parte inferior. En cambio, las orejas de los elefantes africanos son grandes y en forma de abanico. Los elefantes africanos, tanto machos como hembras, poseen un par de colmillos. Sólo algunos elefantes asiáticos machos los poseen.

¿Se han preguntado para qué sirve la trompa de un elefante? Compuesta de alrededor de 40 mil músculos, la trompa de los elefantes les sirve para succionar y beber agua, recoger objetos y para emitir sonidos que les permitan comunicarse entre ellos. ¿Quieren un dato sorprendente sobre los elefantes? Su período de gestación es el más largo de todos los mamíferos: ¡22 meses! Uno dato más: los elefantes suelen utilizar un colmillo más que otro de manera natural, es decir, pueden ser zurdos o diestros.

Seguro han escuchado hablar de la proverbial memoria de los elefantes. Se dice que los elefantes nunca olvidan. De acuerdo con algunos estudios realizados por la Universidad de Berkeley, California, los elefantes poseen una gran memoria espacial a largo plazo. Esto les permite recordar los lugares por los que han pasado y sus condiciones ambientales. ¿Qué beneficio hay en esto? La memoria de los lugares que han recorrido les permite trazar las mejores rutas de migración con acceso a agua y alimento. Los elefantes, como diríamos, siempre vuelven a los lugares donde amaron la vida. Y esto a lo largo de los años.

Ahora, hablemos de los elefantes en la historia. Parece que Occidente conoció a los elefantes en el 331 a.C., cuando Alejandro Magno se enfrentó a un ejército de ellos en el río Jhelum, en la actual Pakistán. Se dice que el rey indio Porus contaba con 100 mil elefantes entre sus filas; una cifra, por supuesto, exagarada. Los pueblos de Asia y África conocían a los elefantes desde milenios antes. Probablemente fue el encuentro de Alejandro con estos elefantes-soldados lo que inspiró a otros generales occidentales a tenerlos presentes en sus ejércitos para despertar terror en sus enemigos.

En el 279 a.C., Pirro, el general griego, pretendió revivir las hazañas de Alejandro Magno e invadir el sureste de Italia. Para ello se hizo de 20 elefantes armados y blindados. La intención era asustar a los romanos, pero el plan se volvió en su contra. Los elefantes muchas veces dificultaban el paso del ejército a través de caminos angostos. Y no sólo eso, no fueron pocas las veces que los elefantes salían despavoridos en estampida y aplastaban a los soldados que se cruzaran en su camino. Al final, Pirro salió victorioso, pero perdió demasiado en el camino. Por eso se habla de una ‘victoria pírrica’ cuando ganar requirió tantas pérdidas y sacrificios que termina siendo desfavorable para el bando ganador.

En otra ocasión, los elefantes fueron llevados hacia Roma a través de los Alpes. ¿A quién se le ocurrió semejante hazaña? A Aníbal Barca (247 a.C. – 183 a.C.), el gran enemigo de Roma. Aníbal creció odiando a los romanos y a la tierna edad de 11 años se apropió del objetivo no cumplido de su padre: ver a Roma caer. En el 218 a.C., Aníbal declaró oficialmente la guerra a Roma, iniciando así la segunda guerra púnica (218 a.C – 201 a.C.) Previniendo que Roma atacaría en África del Norte e Hispania, Aníbal decidió llevar a su ejército de 50 mil hombres y 37 elefantes a donde menos esperarían encontrárselo los romanos: Roma misma. No podía llegar por mar, pues, para entonces, Cartago no se había repuesto de las pérdidas navales de la primera guerra púnica. Estaban en desventaja ante la fuerza naval romana. Así que tomó la ruta menos inesperada, pero también la más larga y dura: cruzar los Pirineos y los Alpes para llegar por el norte de Italia. Perdió a varios miles de hombres y a varios elefantes en la travesía. Además, una infección en el ojo lo dejó tuerto. Se dice que de los 37 elefantes sólo sobrevivieron seis. Sin embargo, durante el invierno de 218 a.C., murieron cinco. El último sobreviviente, un elefante llamado Surus, sirvió a Aníbal de transporte y de puesto elevado de vigilancia.

¿Sabían que Mahoma (570-632) nació en el año del elefante? Con este nombre se conoce al año 570 en la historia islámica. Ese año, Abraha, gobernante cristiano de Yemen, pretendió invadir la Kaaba, el templo más importante de ciudad de La Meca pre-islámica. Abraha llevaba consigo al menos un elefante entre sus filas de ataque. Mientras el ejército avanzaba, dicen que este elefante se detuvo antes de llegar a La Meca y se negó a entrar.

Los elefantes también fueron regalos reales. En el año 801, Carlomagno recibió uno de parte de Haroun-al-Raschid, califa de Abbasid, para formar lazos de amistad. Enrique III, rey de Inglaterra desde 1207 a hasta 1272, recibió de Luis IX un elefante africano. Lamentablemente, el elefante murió tan sólo dos años después de haber llegado a Londres.

¿Qué otros elefantes célebres conocen?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana