¿Será que Marko Cortés quiso encarecer el costo de la alianza opositora en el Estado de México al postular como su candidato al panista Enrique Vargas?

Cortés sabe que por ningún motivo los priistas dejarán que un panista encabece la alianza pues considera el territorio mexiquense como el último reducto tricolor.

El presidente del PAN aparentemente rompió las reglas de un incipiente acuerdo con el PRI y el PRD al adelantarse a postular al expresidente municipal de Huixquilucan y actual diputado local.

Alejandro Moreno tiene bien medido que los priistas mexiquenses no apoyarán una candidatura que no tenga el ADN tricolor, por muy bien posicionado que esté el prospecto panista.

Y ofrece números.

El PAN tiene influencia en los municipios conurbados de la zona norte del Valle de México: Naucalpan, Tlalnepantla, Huixquilucan, Atizapán, en esa franja de municipios conocidos como “el corredor azul’’, que comenzaba en Tlalnepantla y terminaba en Guanajuato.

Pero el PRI, pese a sus recientes derrotas, sigue teniendo estructura en los 125 municipios del estado.

Pero además, Marko Cortés sabe perfectamente que la candidatura en el Estado de México corresponderá a una mujer por cuestión de género, a menos que ellos quieran ir por aparte también en la elección de gobernador en Coahuila, en donde el PRI ya tiene definido a su candidato en la figura de Manolo Jiménez, actual secretario de Inclusión y Desarrollo Social en el Gobierno del estado.

En Coahuila, gobernado por el PRI, Jiménez aventaja a los posibles candidatos del PAN, entre ellos Guillermo Anaya.

Todo lo anterior permite anticipar que el “destape’’ de Vargas fue uno de esos llamados “pleitos arreglados’’ que, por una parte, le permiten al dirigente panista Marko Cortés lavarse la cara ante su feligresía que cree que ya se merecen un gobernador y por otra unificar a los grupos priistas en el Edomex (que son cientos) para arropar a la candidata de su partido.

Y en una de esas, Cortés también saca un reintegro para las elecciones del Estado de México y Coahuila, para tranquilizar a sus huestes que ya lo tachan de “entreguista’’, cuando la supervivencia del blanquiazul al menos en la entidad vecina de la CDMX sí depende de la alianza con el PRI y no al revés.

En síntesis, sí habrá alianza opositora.

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En ninguna de las múltiples tragedias que ha vivido el país a lo largo de su administración se había hecho presente el presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Yo no voy a ir para la foto’’, dijo en una ocasión, y en otra, durante las inundaciones (provocadas) en Tabasco, dijo que no iba por “temor a mojarse los pies y enfermarse’’.

Pero ayer sí acudió a la foto al derrumbe de la mina de Agujita, en Sabinas, Coahuila, en donde personal civil y militar lucha para rescatar con vida a 10 trabajadores atrapados en una mina de carbón, desde la semana pasada.

Su presencia en el lugar se explica pues él fue uno de los más duros críticos por la forma en la que el Gobierno de Calderón enfrentó el rescate de los 63 mineros atrapados en Pasta de Conchos, en febrero de 2006.

López Obrador se comprometió a rescatar los cadáveres de los mineros y ha destinado cientos de millones de pesos a una misión que empresas especializadas en esos temas consideran imposible, sobre todo por el tiempo transcurrido y las condiciones del terreno donde quedaron sepultados los trabajadores.

Por eso fue y por eso le fue como le fue.

LEG