Volvió a escena uno de los puntales de la administración obradorista, ausente de un tiempo acá: la comida. Pasó medio desapercibido porque el morenismo nacional capturó la atención de todos a punta de jalones, patadones, compra de votos y urnas quemadas, pero el titular del Ejecutivo nos recordó que ninguna garnacha saldrá viva de su sexenio, y se hizo fotografiar con un plato monumental de huevos motuleños durante su visita a Yucatán.

Para nada es queja: el motuleño será monumental o no será. El problema fue que al licenciado o a quien se le ocurran esas maniobras publicitarias, esta vez le falló la puntería.

La idea de presentarnos a un Presidente que garnachea como uno más de nosotros es, por supuesto, hacérnoslo cercano: que lo veamos como uno más, como un hombre del pueblo que se sienta en los mismos restaurantes que cualquiera, hombro con hombro, lejos de los restaurantes “fifís” y “extravagantes” de los sexenios pasados.

Esta vez, sin embargo, lo que se vio en la foto fue a un hombre sentado solo en una mesa para cuatro y, alrededor, otras cinco más totalmente vacías. Vaya que al Presidente, cabe pensar, le cerraron el restaurante para que estuviera cómodo o al menos una parte importante del restaurante. Al equipo presidencial, un consejo fraterno: eviten presentarlo como un comesolo.

         Fue un descuido, pero no, queda claro, una novedad. Aunque no podemos negarle al Presidente su capacidad para venderse como un hombre entrañable y cercano a los desheredados, el sexenio está lleno de evidencias, desde el día uno, de que es entrañable y cercano siempre que el “pueblo” se limite a aplaudir, dar las gracias, ponerse para la foto y prestar el cachete para un mordisco.

Cuando protesta y exige, cuando exhibe las fallas o crueldades del régimen, es decir, cuando actúa como ciudadanía, vallas, malas respuestas, ventanillas subidas.

Por eso es que el Zócalo, ahí donde está Palacio Nacional, se ha vuelto tan poco amistoso para la ciudadanía, entre calles cerradas y soldados. Por eso es que mandó al carajo, al inicio de su Gobierno, al hombre que se acercó a su coche a pedirle que mandara al Ejército para defenderlo del crimen organizado. Por eso, el secretario de Gobernación puede contestarle a una mujer de las que buscan a sus desaparecidos que no le tiene confianza.

         No es exclusivo de los populismos, por supuesto que no, pero en ningún contexto como en esos queda tan claro que el pueblo es, simplemente, un decorado.

La foto de los huevitos es la foto del sexenio.

 

  @juliopatan09