El agua constituye un elemento fundamental para el ser humano. Su importancia radica en que es un factor de desarrollo. Sin embargo, dado que su distribución no es equitativa, se han suscitado múltiples obstáculos de acceso y escasez. En este sentido, es preciso cambiar la relación entre el ser humano y este recurso vital, tomando en cuenta su dimensión ambiental, urbana, doméstica y socioeconómica.

La crisis hídrica se ha convertido en uno de los principales temas de la agenda nacional en virtud del desabasto de agua potable en el norte del país. En vista de la sequía en Nuevo León, se publicó en el Diario Oficial de la Federación un decreto para asegurar el acceso, disposición y saneamiento, así como el consumo personal y doméstico. Sin duda, su relevancia se hace más evidente ante su escasez, ya que siempre damos por hecho su abastecimiento. En el fondo, estamos hablando de una cuestión histórica que se ha desatendido durante décadas.

En este contexto, se han abordado dos dimensiones clave: su disponibilidad y cobertura. Por ejemplo, 92.4% del territorio nacional cuenta con agua potable; igualmente, recibe alrededor de 47.5 kilómetros cúbicos por importaciones de los ríos de las fronteras norte y sur, al tiempo que exporta 0.35 kilómetros cúbicos anualmente del río Bravo a Estados Unidos.

Es oportuno mencionar que no existen numerosos lagos de gran tamaño en la República mexicana; el volumen almacenado equivale apenas a cerca del 2% del escurrimiento nacional, siendo el de Chapala el de mayor capacidad de almacenamiento. Según la Red Nacional de Medición de la Calidad del Agua, 59.1% de los ríos, arroyos, lagos, lagunas, presas y zonas costeras que se monitorean están contaminados.

Ahora bien, es necesario identificar las fuentes para garantizar el abasto del agua, además de los acuíferos. Se ha planteado como una alternativa viable los apoyos a las cuencas; no obstante, cada una de las regiones tienen distintas condiciones geológicas y climatológicas, desde la cantidad y su área total hasta el nivel de escurrimiento y la capacidad de extracción.

Aún se presentan problemas de infraestructura hidráulica en México, debido a que es insuficiente; 47% de las personas no tienen acceso constante a agua potable. Así pues, se ha sugerido la apertura a sistemas “verdes”, que involucren proyectos de saneamiento, agua limpia y reúso de agua tratada. Recordemos que es el objetivo de desarrollo sostenible número seis de la Agenda 2030. Faltan incentivos e inversión productiva, sin que se apliquen medidas arbitrarias a la industria que afecten actividades esenciales.

Es momento de transitar hacia una visión integral del agua y generar una cultura de concientización. El cambio climático nos obliga a poner el asunto hídrico en el centro de la discusión, entendiéndolo como un eje articulador de nuestra vida. Hoy en día, es imprescindible replantear el valor del agua, máxime en el contexto actual de la pandemia, con miras a las generaciones futuras.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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