El viaje de AMLO a Estados Unidos resultó mucho peor de lo que en un principio parecía. La gélida recepción del presidente Biden, la cancelación de reuniones con empresarios, la indiferencia absoluta de los medios de comunicación -incluyendo al New York Times de Carlos Slim- mostraron que López Obrador ha perdido la confianza de los factores del poder en EU. De hecho, consiguió algo que parecía imposible: hizo coincidir, por primera vez, a demócratas y republicanos en un tema de política exterior. El boicot de AMLO a la Cumbre de las Américas marcó el inicio del fin. Hasta el indolente Biden tiene un límite.

Una personalidad megalómana como la del presidente López Obrador necesita desesperadamente retar, insultar y provocar todo aquello que le permita tener secuestrada la agenda mediática. Seamos claros, hablamos de propaganda en el más fascista sentido de la palabra.

Al regreso de “su triunfal viaje” se encontró, por toda respuesta, que EU y Canadá llamaron, dentro de las reglas del T-MEC, a consultas previas por las disputas que las empresas de estos países tienen, en lo que consideran un incumplimiento de parte del Gobierno mexicano en materia energética. El asunto es bastante serio, si fracasa esta fase de la negociación, se convoca formalmente a un panel de controversias que, en caso de ser contrario a México, podría derivar en daños superiores a los 30 mil millones de dólares para nuestro país.

En el fondo, lo que hirió a AMLO fue la forma, nadie lo retó, ni lo insultó, ni lo descalificó; bastó una notificación formal. Sin dramas. Y eso para él es intolerable. Fiel a su estilo pendenciero, AMLO decidió retar a Estados Unidos con un video de Chico Ché y una sonrisa burlona. No resultó. La respuesta del embajador de EU, Ken Salazar, fue lo más escueta posible: “Hay que resolver la controversia energética con seriedad”. Nadie más en el Gobierno de EU emitió ningún comentario. El problema es de los mexicanos, que ellos lo resuelvan.

En un golpe de inspiración patriotera López Obrador amenaza que nos tendrá con el Jesús en la boca hasta el 16 de septiembre; en el día de México por definición convocará a una mega asamblea popular y a mano alzada de sus súbditos decidirá el futuro de México -el que no levante la mano es traidor a la patria-. ¡Es un honor estar jodido por Obrador!

El nuevo héroe exigirá sacrificios extremos: pobreza generalizada, ruptura del T-MEC, crisis económica sin precedente. Sale el Presidente, paso al caudillo.

¿Pero, si en lugar de vivir ante la zozobra de las ocurrencias del inquilino de Palacio, tomamos el ejemplo de los americanos? Nuestro problema es que reaccionamos con rabia, pero no le respondemos al régimen con la Ley.

México, de forma soberana, firmó el T-MEC que tiene validez jurídica internacional y que tiene carácter supranacional. Es decir, que México está obligado ante sus pares -Estados Unidos y Canadá- a su estricto cumplimiento. Fue ratificado por el Senado de la República -de mayoría morenista- y firmado por el presidente López Obrador. El Tratado se resume en dos palabras: es ley.

Si AMLO nos ha convocado a consultas populares para sus particulares caprichos, que nos convoque urgentemente a una consulta popular el 16 de septiembre para preguntarnos a todos los mexicanos si queremos seguir siendo parte del T-MEC en beneficio de nuestro desarrollo o nos salimos del T-MEC porque, según AMLO, es contrario a los intereses de México. Señor Presidente, pruebe con hechos que es un demócrata y déjenos decidir nuestro futuro. Es nuestro derecho soberano. ¡Basta de caprichos!

@Pancho_Graue

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