Después del desastre que resultó la entrevista entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden, los ultras de Morena tratan de culpar a Marcelo Ebrard de los pobres dividendos para el país.

Ebrard sigue apostando en el juego de la sucesión, como una corcholata más.

Incluso el domingo, cuando el grupo que lo apoya, encabezado por la senadora Martha Lucía Micher, pidió reglas claras para la competencia, deslizó entre líneas el hecho de que Ebrard decidió hacerse a un lado para que López Obrador fuera el candidato presidencial del PRD.

En ese momento, Ebrard era jefe de Gobierno en la capital y tenía bonos altos entre la población.
Esa historia no importa para los nuevos dueños de Morena.

El canciller siempre ha sido visto como un advenedizo, que no contribuyó a la formación de Morena -participó junto a Manuel Camacho Solís en la construcción del Partido del Centro Democrático, en 1999- y por lo tanto no debe figurar entre los principales.

Sin embargo, en un balance serio sobre el trabajo de cada miembro del Gabinete, Ebrard resulta el mejor evaluado.

Durante los primeros tres años de Gobierno, Ebrard fue el funcionario todo terreno: lo mismo fue el encargado de comprar las pipas para la distribución de gasolina -al principio del sexenio-, como el negociador con los laboratorios y gobiernos para la adquisición de las vacunas contra el Covid-19.

Fue también el negociador del Gobierno federal cuando Donald Trump amenazó con imponer aranceles a productos nacionales si no se atendía el problema de la migración de Centroamérica a Estados Unidos.

Pero ha sido protagonismo lo que lo ha orillado a buscar agradar a López Obrador con frases que no son propias de su formación, como el llamado a “defender’’ al presidente mexicano de los Gobiernos de Estados Unidos y Canadá en el diferendo por la política energética nacional.

Ebrard, junto a Monreal, son los moderados, aunque el canciller no ha estirado tanto la liga como el zacatecano.

Y sin embargo, los ultras no lo van a dejar pasar.

¿Qué hará en los próximos meses?

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Ricardo Monreal presentó ayer un decálogo de requisitos para equilibrar la competencia por la candidatura de Morena a la presidencia en 2024.

Y, aunque todos suenan lógicos, parece que será una carta a Santa Clós.

Monreal aseguró que trabaja por la candidatura a la presidencia “con el apoyo de la gente, no de los operadores o la nomenklatura de Morena’’.

¿Cuál nomenklatura? Pues la que encabeza Mario Delgado y la complementan los gobernadores que “invitan’’ a las corcholatas preferidas de Palacio Nacional a eventos a modo los fines de semana.

Monreal no ha sido invitado a otros estados por gobernadores, excepto su hermano David, en Zacatecas.

El coordinador de los senadores de Morena pidió cumplir con tres reglas básicas: tiempos, medios y recursos que deben ser proporcionados por la dirigencia nacional del partido a cada uno de los aspirantes.

Son principios básicos en una contienda equilibrada, pero como la carrera de Morena no lo es, solo es cuestión de tiempo para ver el rompimiento entre el zacatecano y el partido que ayudó a construir y llevar al poder.

La pregunta es si, ya declarada la ruptura -pero oficialmente sin concretarse-, desde Palacio Nacional sale la orden de hacerle la vida de cuadritos.

Veremos.

 

LEG