José Ureña

La autonomía siempre produce.

Gana adeptos dentro y fuera, aunque genere escozor.

Lo pueden decir, con su experiencia de fin de semana, aunque lejana física y políticamente, Ricardo Monreal y Andrés Manuel López Obrador.

El primero ha cosechado elogios por sus propuestas llamativas para recomponer desaguisados nacionales antiguos y actuales.

Por eso lo ven con simpatía opositores como el dirigente perredista Jesús Zambrano y otros aliancistas ávidos de cuadros presidenciales, pero también líderes empresariales ayunos de confianza.

Con esos hechos el zacatecano sustenta su autodefinición como candidato y futuro presidente de la reconciliación nacional.

Pero también escuecen a las tres corcholatas reales -Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López- cuya condición les impide emprender acciones sin autorización previa.

En ausencia de esa iniciativa personal y gubernativa, ellos se encomiendan a la popularidad inducida, a la imagen de las encuestas y a la voluntad de su jefe político.

¿TÚ TAMBIÉN, MARCELO?

El Presidente tiene su propia visión.

Acompañantes suyos de fin de semana describen su rictus cuando se le menciona una contienda con riesgo de salirse de control porque hasta Marcelo Ebrard expresa dudas en los sondeos.

El canciller las exige públicas, verificables y transparentes, acaso para evitar las dudas dejadas cuando lo retiraron de la candidatura presidencial perredista para 2006.

Ebrard fue víctima en noviembre de 2005 y Ricardo Monreal fue marginado en 2017 por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

El tema de fin de semana del Presidente se saldó con recorridos por avión y carreteras con cacahuates en la ruta, salsa embotellada y música de Chico Che.

Es parte de su jocosa inspiración usada inclusive para burlarse de presiones del extranjero como la de Estados Unidos y Canadá para hacer respetar el tratado comercial trilateral (T-MEC).

-Uy qué miedo -aludió hace seis días precisamente con Chico Che y la Crisis de fondo.

Con música los viajes son más ligeros.

DESATENCIÓN EN EL AICM

Pero aquel coraje fue superado por otro.

Por el retraso del aterrizaje del avión en el aeropuerto de la capital en el cual regresaba el domingo de su gira por Colima y Jalisco.

Lo hicieron sentir un hombre normal.

Poderoso pero mortal.

Sin necesidad de avión imperial como sus antecesores, recibe trato preferencial para salir y volver, como describimos en la columna del 1 de julio titulada Presidente y gabinete, viajeros VIP.

¿Por qué no le dieron prioridad esta vez?

Tal vez lo sepan el director del AICM, Carlos Ignacio Velázquez Tiscareño; miembros de la Marina o hasta los controladores aéreos del renovado Seneam, pues todos ellos son informados con antelación de los itinerarios del Ejecutivo.

El asunto hizo crisis porque al piloto -López Obrador dijo- se le ocurrió culpar de los retrasos por el cierre de una pista a causa de un cráter en una de las pistas.

Todo es personal contra él, interpretó el tabasqueño:

“…hay oposiciones, resistencias, boicot en el AICM y me están echando la culpa a mí del tiempo que tardan los pasajeros por los cambios que se están llevando a cabo”.

LEG

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