Ahora que el peso toca de nueva cuenta la puerta de una cotización de 21 frente al dólar estadounidense, hay que decir que, más que una depreciación de la moneda mexicana, estamos ante un descomunal incremento de la fortaleza del dólar.

Claro, para la mayoría el resultado es el mismo, los dólares están caros. Pero las razones cambian.

Si habláramos de un peso mexicano débil, habría que buscar las razones internas. La realidad es que hoy el mercado mexicano no tiene motivos de preocupación financiera, al menos no en el corto plazo.

Las alarmas se encienden en cuanto al desempeño económico y lo que esto puede implicar en el futuro.

Es un hecho que, a la vuelta de algunos años, la combinación de las malas políticas públicas con la falta de inversiones suficientes, tanto públicas como privadas, van a implicar una debilidad económica que necesariamente tendrá una factura financiera.

La estabilidad financiera de un país depende de su capacidad para crecer y mantenerse atractivo para las inversiones en los mercados. Por lo pronto dos firmas calificadoras han refrendado que durante los próximos 12 o 18 meses las finanzas públicas se habrán de mantener estables, así sea en el último peldaño del grado de inversión.

Por lo pronto, si el peso mexicano pasó de los 19.50 de mediados de junio a los casi 21 de hoy es porque el dólar, medido en su índice de comparación frente a una canasta de las principales divisas del mundo, se apreció 6% en un mes, prácticamente lo mismo que ha perdido el peso frente al dólar. No es culpa del peso.

Para darnos una idea, el “súper dólar” está prácticamente a la par del euro, que es una divisa con la que también estamos familiarizados y siempre habíamos visto como una moneda más cara que el dólar estadounidense.

Y si el dólar sube tanto es porque los inversionistas quieren tener en su cartera una divisa segura que tiene la garantía de próximos incrementos en la tasa de interés.

Mañana se publica la inflación de junio pasado en Estados Unidos y eso garantiza que se mantendrá la alta volatilidad de los mercados. Cualquiera que sea el resultado inflacionario en Estados Unidos, va a abonar a la volatilidad y veremos esas reacciones inmediatas y a veces exageradas.

Mientras tanto, en México hay que hacer lo que corresponde. Una primera buena medida interna es dejar de presumir el tipo de cambio como éxito de Gobierno, porque claramente no lo es.

Pero la mejor señal, tanto para las finanzas públicas como para las finanzas personales, es tener prudencia y tomar precauciones ante un ambiente de incertidumbre en el que está claro que la inflación se mantendrá alta y la economía muestra signos de debilitamiento.

Los mercados financieros van a reaccionar aceleradamente, y a veces de forma exagerada, ante algo que todos los demás debemos tener claro: pasará mucho tiempo antes de regresar a esa combinación entre tasas de crecimiento aceptables y precios consistentemente controlados.

Y más en una economía como la mexicana que, desafortunadamente, sí ha tenido lastres internos que plantean un panorama más complicado para recuperar aquellas tasas de crecimiento que todavía el sexenio pasado creíamos que eran bajas y ahora tanto extrañamos. 

 

  @campossuarez