No se entiende cómo es que el presidente Andrés Manuel López Obrador cargó contra la comunidad judía cuando su Gobierno mantiene pláticas para repatriar a dos presuntos delincuentes escondidos en Israel.

O alguien no le dijo o de plano no le importó ensuciar las gestiones que desde las Secretarías de Relaciones Exteriores y la de Gobernación se realizan para que el Gobierno israelita decida entregar al excónsul Andrés Roemer, acusado de abuso sexual, y al exdirector de la Agencia Federal de Investigación de la exPGR, Tomás Zerón Lucio, acusado de tortura.

El caso de Roemer cobró relevancia no solo por el renombre que había alcanzado entre la intelectualidad mexicana, sino por el número de denuncias que en su contra aparecieron de a poco en los medios.

Hay por lo menos tres órdenes de aprehensión giradas por la Fiscalía General de Justicia de la CDMX, a cargo de Ernestina Godoy, pero como México no tiene tratado de extradición con Israel, la única forma de repatriarlo es un acuerdo general entre ambos gobiernos.

Ya van meses de esas negociaciones que, suponemos, se verán afectadas por los dichos del Presidente.

En el caso de Tomás Zerón, también escondido en Israel hasta la última vez que se supo de su paradero, es acusado de torturar a uno de los supuestos líderes del grupo que desapareció a los 43 normalistas de Ayotzinapa.

De acuerdo con las investigaciones de la actual administración, Zerón Lucio torturó a uno (o varios) detenidos para obtener datos que después se constituyeron en los pilares de aquella “verdad histórica’’ anunciada por el exprocurador Jesús Murillo Karam.

Meses atrás, se informó que el propio subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, había viajado a Israel para entrevistarse con el propio Zerón a fin de convencerlo de que se entregara voluntariamente.

Evidentemente el exfuncionario se negó, pero se habían mantenido también las pláticas para tratar de convencer a las autoridades israelitas de la gravedad de los delitos cometidos por ambos mexicanos para tratar de pactar una repatriación, que no extradición, amistosa.

Comparar a un notable ciudadano mexicano de origen judío con Hitler resultó ser un tiro en el pie.

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Ayer Ricardo Monreal le dio otro estirón a la liga.

El zacatecano logró el apoyo del resto de las bancadas del Senado, para que la Comisión de Seguridad analice y replanteé la estrategia de seguridad del Gobierno federal.

Monreal dijo que la Comisión que analizará el tema “no tiene ánimo de confrontación’’, pero ni falta que hace pues es bien sabido que cualquier cuestionamiento que se hace a la estrategia de seguridad federal -si se puede llamar así-, es considerada una traición a la patria.

A ver qué resulta de esta Comisión y cuáles son sus aportaciones porque el diagnóstico lo tienen actualizado día a día con la contabilidad de homicidios, asaltos, abusos sexuales y extorsiones cuyo aumento demuestra que la estrategia vale para dos cosas.

 

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Por cierto, el presidente López Obrador vio “con buenos ojos’’ que los obispos dejaran de criticar los resultados de su estrategia de seguridad y mejor convocaran a una “jornada de oración por la paz’’, el próximo 10 de este mes.

La Compañía de Jesús y la Conferencia del Episcopado Mexicano convocan a este evento que debería ser bien leído por el Gobierno: no es una concesión sino una crítica.

Tan mal andamos, que solo la Gracia Divina nos puede ayudar.

LEG