En los meses recientes, el pulso de la discusión pública ha girado en torno a los temas de la agenda política. Hemos dirigido nuestra atención a asuntos circunstanciales como la sucesión presidencial de 2024, el protagonismo de las “corcholatas” y las tensiones al interior de los partidos que integran la alianza opositora. Este contexto está marcado por las presiones inflacionarias a nivel internacional y la desaceleración de la actividad económica con expectativas de recesión. En medio de este panorama, las medidas contracíclicas son necesarias mas no suficientes; diariamente está en juego nuestro horizonte de país en términos de crecimiento, desarrollo y certidumbre.

Ahora bien, distintas situaciones imprevisibles podrían delinear y transformar aquello que hemos proyectado hacia adelante. Este ejercicio no sólo conlleva un balance macro, también supone un enfoque multidimensional que atraviesa por diferentes ámbitos, tales como: el coeficiente de Gini y la desigualdad de ingresos reportada; el Estado de derecho, un rubro donde se ha observado un retroceso (el World Justice Project nos ha situado en la posición 113 de 139 países evaluados); el aumento de las carencias sociales y el rezago educativo; la debacle medioambiental; la caída en la inversión pública y privada dado un entorno de incertidumbre; así como una recaudación tributaria limitada que frena el gasto a proyectos productivos y de infraestructura en los tres órdenes de Gobierno.

Todo ello se traduce en pérdida de empleos, crisis regionales y un mal humor social. Es oportuno precisar que México se ha sumido en el plano de lo urgente, es decir, en cuestiones meramente coyunturales que no trascienden la esfera político-electoral. Por el contrario, hemos dejado de lado los verdaderos problemas de raíz que aquejan a millones de connacionales. Un escenario de estas características exige soluciones transversales y de largo alcance, no recetas improvisadas con una perspectiva cortoplacista. Decisiones correctamente articuladas para tópicos de la mayor relevancia. Asimismo, se requiere capital humano para enfrentar las demandas y retos pendientes.

¿Qué momento nos ha tocado vivir? Somos una generación talentosa con acceso al conocimiento; sin embargo, hemos perdido múltiples posibilidades por el interés personal de unos cuantos. Por lo cual, resulta vital concentrarnos en mejorar el índice de desarrollo humano en sus tres componentes (esperanza de vida, alfabetización e ingreso per cápita) y generar continuidad. De manera irreversible, la década nos alcanzará cuando nos encontremos en los límites del día a día, con la pandemia, el gasto público, la pobreza, el cambio climático, la inseguridad y las muertes. Si actuamos a tiempo lo agradeceremos en los próximos diez años, aunque ya se nos haya esfumado entre las manos una década de oportunidades.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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